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Matrimonio inesperado romance Capítulo 3

Damián no tenía intenciones de perder más tiempo con Josefina, así que, lanzándole una mirada indiferente con sus ojos almendrados, anunció:

—Mi mansión está en Jardín de Malvas. Más tarde te enviaré la dirección y la contraseña; puedes mudarte esta noche.

—...Bueno.

Debían montar un buen espectáculo. Además, ella quería irse de su casa, por lo que no le molestó en absoluto la propuesta.

—Mañana te llevaré a conocer al abuelo. —Y, aunque le costaba aceptar que su abuelo solo iba a poder vivir medio año más, agregó—: Nos divorciaremos después de seis meses. Durante ese período, solo tienes que entretenerlo y hacerlo feliz. No pienses en ninguna otra cosa.

Josefina entendió el significado de sus frías palabras: no debía hacerse ilusiones con ser la señora Rosales por mucho tiempo.

—Entiendo. Con respecto a mi padre...

—Enviaré a alguien de inmediato para que haga los arreglos necesarios —interrumpió él al tiempo que consultaba su reloj de pulsera.

—Está bien. Gracias, señor Rosales. —Tras escuchar la respuesta, el hombre se subió al Rolls-Royce negro y se marchó.

«No puedo creer que este tipo me haya descartado así después de registrar nuestro matrimonio. Qué capitalista insensible», pensó Josefina haciendo pucheros. Solo le quedaban cincuenta centavos tras haber pagado el trámite en el registro civil, por lo que decidió tomar el autobús.

Al llegar a su casa, oyó la voz de su madre, Gina Torres, antes de entrar a la vivienda, gracias a la pésima aislación sonora.

—No te preocupes, Javier, el señor Loria está satisfecho con tu hermana. Sin importar cómo, pensaré en una manera de hacer que se case con él. Entonces tendremos dinero para comprar el regalo de compromiso para Nicole y tu casa después de tu boda. —«Qué brillante, vender a tu hija para que tu hijo pueda casarse», pensó Josefina. Cuando entró a la casa, ambos la miraron—. Jorge quedó muy conforme contigo. Sé que él no te gustó, pero es un hombre decente. Es un poco mayor, pero te tratará bien; además, no tendrás que tener hijos, podrás...

Josefina no sabía qué decir y puso los ojos en blanco. «¿Qué tiene de bueno convertirse en una madrastra?», pensó.

—Eres... Eres... ¡Josefina Duarte, me vas a volver loca! —gruñó mientras se llevaba una mano al pecho. La joven la ignoró y fue a su dormitorio a empacar sus cosas. Unos minutos más tarde, Gina recobró la compostura y fue a buscarla—. Josefina, no me importa con quién estés casada. Javier y Nicole van a contraer matrimonio pronto, así que, como hermana mayor, debes contribuir de alguna manera.

—No tengo dinero —repuso ella. Gina le agarró la mano.

—¡Entonces divorciate de inmediato y cásate con Jorge! Nosotros te criamos, ¡no puedes dejar de lado a tu hermano así!

La joven se liberó de la mano de su madre mientras una expresión de frialdad se apoderaba de su rostro.

—Papá fue quien me cuidó todos estos años. Desde que tuvo el accidente, trabajé mucho para pagar los gastos de la universidad. ¿Qué habéis hecho por mí? —Entonces miró a Javier, que estaba apoyado en la puerta mirándolas y dijo—: Además, no soy tu hija biológica. ¡No tengo la obligación de ayudar a este hermano menor que no tiene ninguna relación de sangre conmigo!

Cuando era pequeña, Josefina había tenido un accidente vehicular en el que había perdido la memoria por completo. Pablo Duarte, que estaba trabajando en el hospital en ese momento, la había adoptado. A pesar del paso de los años, ella no había desarrollado una buena relación ni con Gina ni con Javier, a diferencia de la relación que había generado con Pablo.

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