El aire de la noche era frío.
Isabel sintió el contraste agudo en su piel después del ambiente cargado y sobrecalentado de la mansión. Se sintió bien. Se sintió real.
Se detuvo al final del camino de entrada, justo antes de las imponentes rejas de hierro forjado que separaban la propiedad del resto del mundo.
Sacó su teléfono del bolsillo. La pantalla iluminó su rostro, mostrando una expresión serena, sin rastro de las emociones que se arremolinaban en la casa que acababa de dejar.
Abrió la aplicación de Uber.
Sus dedos se movieron con rapidez sobre la pantalla, solicitando un coche. La aplicación le indicó que el conductor más cercano estaba a cuatro minutos.
Cuatro minutos para que su antigua vida terminara oficialmente.
Mientras esperaba, un sonido familiar vibró en su mano. Una notificación de correo electrónico.
El remitente era el banco privado de la familia.
El asunto era escueto, corporativo, casi insultante en su normalidad.
"Notificación de estado de cuenta".
Isabel sintió un nudo helado en el estómago, pero no era de miedo. Era de confirmación.
Sabía lo que era. Lo había estado esperando.
Con un pulso completamente estable, abrió el correo.
No necesitó leer el texto legal y enrevesado. Las palabras clave saltaron a la vista en negrita.
"Estimada Srita. Garza, le informamos que su tarjeta de crédito adicional... ha sido SUSPENDIDA por solicitud expresa del titular principal de la cuenta, el Sr. Ricardo Garza".
Predecible. Tan brutalmente predecible.
Era el primer movimiento de Ricardo. El más fácil. Cortarle los fondos, dejarla varada, obligarla a volver arrastrándose para pedir perdón.
Pensaban que sin su dinero, ella no era nada.


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