¡Ja! ¿Limpiar la casa? ¡Si casi se moría!
Fiona intentó consolarse pensando que su hijo era solo un niño y que Esteban era así de frío por naturaleza; con el tiempo, las cosas mejorarían. Así es como se sobrellevan las cosas en la vida. Ya tenían un hijo, ¿cómo iban a divorciarse?
Hasta que, en una fiesta, Bianca cayó desde una plataforma elevada y, sin dudarlo, la acusó a ella. Peor aún, su esposo y su hijo, sin siquiera molestarse en revisar las cámaras de seguridad, testificaron a favor de Bianca.
En ese momento, ella, con una mano sobre el vientre, se arrodilló en el suelo y le suplicó a Esteban que le creyera. Las piedras del piso le abrieron heridas en las manos. Pero Esteban, con el ceño fruncido, se limitó a sacar un pañuelo y limpiar con esmero el borde de su ropa. Su única preocupación era que ella le había ensuciado su traje de diseñador.
Su hijo la empujó con fuerza, con una mueca de desprecio.
—¡Tú, mujer malvada, no mereces ser mi mamá! ¡Ojalá te hubieras muerto en el quirófano cuando nací! ¡Así Bianca podría ser mi mamá!
Con el corazón hecho cenizas, Fiona se desplomó en el suelo. De repente, se echó a reír. Se rio de su amor desperdiciado, de su propia estupidez.
Al final, la enviaron a prisión acusada de lesiones intencionales.
Y ahí pasó tres años.
La gente en la cárcel era despiadada y cruel. Durante esos tres años, sufrió todo tipo de maltratos. Mientras tanto, su esposo y su hijo jamás se preocuparon por ella, ni una sola visita. Si no hubiera sido por... ¡casi muere en esa prisión!
—Ni Pedrito ni yo te guardamos rencor por haber estado en la cárcel —dijo Esteban con indiferencia—. El hecho de que vengamos a recogerte ya es mucho. Bianca nos está esperando en casa, así que no perdamos el tiempo.
—Sí, mamá, deja de hacer drama —añadió Pedro con impaciencia—. Bianca dijo que esta noche me prepararía galletas de ositos. Si nos tardamos más, el pastel de helado que le llevo se va a derretir.
Fiona escuchaba, impasible. Una ola de sarcasmo la inundó. ¿Galletas de ositos? Pedro parecía haber olvidado que esa receta, tan complicada y detallada, la había creado ella para él. Bianca simplemente se la había robado. Y aunque la preparación era idéntica, su hijo insistía en que las de ella no eran tan buenas como las de Bianca.


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