Dorian le tomó la mano, mirándola fijamente con sus ojos oscuros.
—Amelia, no te estoy diciendo todo esto para hacerme la víctima ni nada por el estilo. Solo quiero que sepas que tengo muchos defectos en mi carácter, defectos que llevaron nuestro matrimonio a un punto sin retorno y que te lastimaron de una forma que no se puede borrar. Algunos de esos defectos todavía no los he superado del todo, como las ofensas y los malentendidos de estos últimos días, que fueron resultado de mis suposiciones y de no haber investigado más a fondo.
»Si lo pienso con la cabeza fría, debería dejarte en paz y no molestarte más. Pero mi corazón me pide que nos des otra oportunidad. Amelia, nunca he amado a nadie en mi vida. Tú eres la primera, y la única.
»Te amo, pero por mi descuido y mi impaciencia, nunca aprendí a amarte, ni tuvimos un noviazgo como se debe. Así que, aunque ahora mismo sientas que eres más feliz sola, no te apresures a alejarme. Puedes tomarte tu tiempo, comparar y ver qué decides, ¿te parece?
Los ojos húmedos e hinchados de Amelia se encontraron con los de él. Asintió suavemente.
—Está bien.
Su voz era un susurro ronco y ahogado.
Dorian le dedicó una sonrisa. Tomó dos pañuelos y con delicadeza le secó las lágrimas que se desbordaban de sus ojos. Luego, inclinó la cabeza y la besó suavemente en los labios.
Su cuerpo se tensó, casi imperceptiblemente. Todavía no estaba acostumbrada a ese tipo de intimidad, pero fue solo un instante. Se recompuso y lo miró con sus ojos enrojecidos, como disculpándose.
Dorian no se molestó. Solo sonrió levemente, con una ternura infinita en su mirada oscura, y profundizó el beso.
Tras un breve momento de rigidez, Amelia comenzó a responderle.
El beso de Dorian se descontroló. Lo que había comenzado como un roce suave y tentativo, de pronto se volvió demandante, una conquista apasionada. La mesa entre ellos se convirtió en un estorbo, así que Dorian la tomó por la cintura, la levantó, rodeó la mesa y, abrazándola, la empujó suavemente contra el mueble bar que estaba a un lado. Con una mano le sujetó la nuca y con la otra la espalda, atrapándola en sus brazos mientras la besaba con más fuerza y profundidad.
Era la primera vez que se besaban así, conscientes, sin reservas ni dudas. La pasión los consumía a ambos, y sus respiraciones se volvieron pesadas y erráticas.
Un simple beso ya no era suficiente para saciar el deseo que sentían el uno por el otro.
—Vamos a la habitación…
El susurro ronco de Dorian resonó en su oído, mezclado con besos que descendían por su cuello. Sin dejar de besarla, la guio hacia la habitación.
El sonido de sus besos y suspiros se extendió desde el comedor hasta el dormitorio, intenso, insaciable.
Al entrar, cerró la puerta de una patada. Dorian liberó una mano para echar el seguro y con la otra tomó el control remoto de la mesa para cerrar las cortinas.
Las cortinas, que estaban completamente abiertas, se cerraron lentamente, sumiendo la habitación en la oscuridad.
La oscuridad solo sirvió para encender aún más el deseo que sentían.

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