Mi Frío Exmarido (Amelia y Dorian) romance Capítulo 868

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En el breve trayecto del ascensor hasta la puerta del cuarto del hospital, Blanca ya estaba aterrorizada por las escenas que había imaginado en su cabeza sobre Fausto fallecido. Al llegar a la puerta de la habitación, antes de poder ver claramente dentro, sus sollozos ya se habían adelantado, llorando desconsoladamente.

Amelia y Fausto se quedaron perplejos, mirando instintivamente hacia la puerta.

Manuel y Lorenzo, igualmente confundidos, observaron a la mujer que, apoyándose en el marco de la puerta, lloraba sin poder atrapar su aliento.

"¿Qué te pasa?", preguntó Fausto con una expresión de total desconcierto.

Blanca detuvo su llanto, y solo entonces vio a Fausto, lleno de energía, mirándola, y a Amelia con la misma expresión desconcertada dirigida hacia ella.

Esa mirada desconcertada e inocente era la misma que Amelia siempre le devolvía desde pequeñas, cada vez que Blanca la reprendía o castigaba. Cada vez que Amelia la miraba así, Blanca sentía cómo su enojo se encendía, sin poder controlarlo. Esta vez no fue diferente.

Veinte años de hábitos acumulados hicieron que, al encontrarse con la mirada de Amelia, el enojo se apoderara de sus pensamientos, y sus palabras superaron a su razón. Dio un paso adelante y agarró a Amelia del brazo, levantándola, mientras le gritaba acusaciones que salían de su boca como disparos: "¡¿Niñata, qué miras?! ¡Siempre supe que traerías problemas al volver! Mira cómo terminó tu papá por tu culpa."

Dorian, que estaba al teléfono, cambió su expresión de inmediato. Sin siquiera despedirse de su interlocutor, colgó y se dirigió hacia el balcón. Al abrir la puerta, vio a Blanca, furiosa, señalando y gritándole a Amelia.

Amelia estaba completamente atónita, su rostro mostraba un miedo paralizante, y las lágrimas caían de sus ojos sin control, como si no entendiera qué estaba sucediendo, o como si inconscientemente se hundiera en los recuerdos de los regaños y golpes de Blanca.