No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 108

Johana volteó a ver, solo para notar que Maite también había avanzado un par de pasos y se acercó para tomarle la mano.

—Joha, ya son más de las nueve. Seguramente ya no regresarán a la oficina a trabajar. Mejor súbete al carro con Ariel y conmigo, así no tienes que esperar ni dar otra vuelta.

Johana estaba a punto de buscar una excusa para rechazar la invitación cuando Hugo, al escuchar lo que Maite proponía, la miró confundido por un instante y luego se dirigió a Johana.

—Johana, por acá en la empresa está todo bajo control. Vete con el señor Ariel, no hay problema.

¿El carro de Ariel y Maite?

¿No era ese el carro de la familia de Johana? ¿No era propiedad de ella y su esposo por igual?

Aunque Hugo nunca se había casado, ni tenía mucha experiencia sentimental, sí entendía perfectamente de quién era el dinero y a quién pertenecían los bienes.

Ya que Hugo había hablado, Johana solo asintió.

—De acuerdo, señor Hugo. Nos vemos mañana en la empresa.

En realidad, Johana no disfrutaba mucho la cercanía con Maite. Primero, por la relación que tenía con Ariel; y segundo, bueno, por la relación que tenía con Ariel. Y tampoco era ingenua: cada palabra que Maite decía y cada gesto, Johana los comprendía perfectamente.

Pero si Hugo ya había dado la indicación de que se fuera con Ariel, tampoco podía pedirle que la llevara él mismo, así que aceptó.

Ariel, al ver que todo estaba resuelto, dijo:

—Voy por el carro.

Teodoro había salido hace poco cumpliendo algún encargo, así que en ese momento Ariel tenía que manejar él mismo.

...

En pocos minutos, el carro negro de Ariel se acercó despacio. Bruno también llegó para recoger a Hugo, quien saludó por última vez a Johana antes de subirse y marcharse.

Cuando el carro de Ariel se detuvo, Maite, con sus tacones resonando sobre el asfalto y una sonrisa que reflejaba confianza, se acercó. Su blusa blanca ondeaba suavemente con el viento de la noche. Abrió la puerta trasera y, con una sonrisa amplia, invitó a Johana:

—Joha, súbete.

El gesto de Maite era completamente el de una dueña de casa.

Johana respondió con voz neutra:

—Gracias, Maite.

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