Ariel le preguntó a Raúl cómo podía hacer las paces con su esposa, y Raúl no pudo evitar soltar una carcajada.
Raúl estiró la mano, tomó la cajetilla de cigarros y el encendedor de la mesa, se encendió uno y, mientras soltaba una bocanada de humo formando aros, preguntó divertido:
—¿Quieres que te pase el secreto?
Luego añadió:
—¿No eras tú el que no quería que Noé y yo nos metiéramos? ¿El que decía que no te gustaba Joha, que no era tu tipo?
Raúl le devolvió sus propias palabras del pasado, y Ariel, con el vaso de licor en la mano, se limitó a mirarlo sin decir nada, con esa mirada tan inesperada y seria.
Viendo la reacción de Ariel, Raúl siguió hablando:
—Ya, ya, no me veas así, que de nada sirve. Mira, lo primero es que organizes la boda. Después, haz el esfuerzo de pasar más tiempo con Joha, y antes de cualquier cosa, piensa en cómo se siente ella. Ponla en primer lugar. No es tan complicado, las mujeres no son difíciles de contentar, y Joha, menos.
La madre de Johana había fallecido cuando ella era niña, y su papá, siempre ocupado por el trabajo, también se fue tiempo después.
Creció de la mano de su abuelo. Una chica así, la verdad, necesita más cariño que nadie. Si la tratas bien, lo va a recordar toda la vida, y va a devolverte ese cariño con creces.
Raúl le dio sus consejos, pero Ariel solo apartó la mirada, sin decir palabra.
Raúl notó que Ariel había escuchado, pero no respondió, así que soltó:
—Ya te dije lo que haría yo, pero de ti depende hacerlo o no. Si sigues igual que antes, me temo que Joha sí va a decidir alejarse de ti de verdad.
Apenas terminó de hablar, Ariel dejó su vaso en la mesa, tomó un cigarro y el encendedor, y se encendió uno. El humo flotaba entre ambos, y Ariel seguía con esa expresión impasible.
El silencio se fue haciendo más denso. Raúl ya no insistió. A fin de cuentas, Ariel sabía perfectamente qué debía hacer, cómo acercarse a ella. Solo faltaba que quisiera hacerlo.
Si no, ¿cómo sabía tratar tan bien a Maite?
...
Al día siguiente.
Johana despertó a las siete de la mañana.
Ariel no había regresado la noche anterior.
Se arregló, desayunó en casa y salió rumbo al trabajo. Apenas llegó a la oficina, Bruno fue a buscarla para avisarle que Hugo la llamaba a su despacho.
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