Johana tomó el jugo que Marisela le entregó, sin decir palabra.
Después de todo, Marisela la había invitado a salir para despejarse, así que no quería arruinarle el ánimo.
Por eso, aunque no sabía jugar, Johana trató de seguirle el ritmo; Marisela la animó a jugar a los retos con unos chicos universitarios, y ella también lo intentó.
De hecho, por un rato logró olvidarse de todos esos problemas que tanto la agobiaban.
No muy lejos, otro grupo de personas se divertía a lo grande. De repente, alguien la señaló y dijo:
—¿Esa no es Johana con Marisela?
Apenas lo dijo, varios voltearon a mirar.
—Sí es Johana. ¿A poco ella también viene a bares? ¿No que muy dedicada en su casa?
—Seguro Marisela la trajo.
—Oye, espera, no vayan a saludar todavía. Déjame tomar unas fotos y grabar unos videos, se los voy a mandar a Ariel.
Así fue. Después de sacar varias fotos y videos, esa persona no dudó ni un segundo y se los mandó de inmediato a Ariel.
...
Casa de la Serenidad.
Bajo la atenta mirada de Adela, Ariel llegó a casa a las siete en punto.
Estaba en el estudio, trabajando frente al escritorio, cuando de repente su celular vibró varias veces seguidas por mensajes de WhatsApp.
Sin pensarlo, extendió la mano y revisó el teléfono.
Al notar que alguien le había enviado más de diez mensajes al hilo, Ariel abrió las primeras fotos y su expresión cambió de inmediato, tornándose seria y distante.
—Vaya, yo regresando a casa antes de que anochezca, y ella muy feliz divirtiéndose afuera —pensó con amargura.
Por si las fotos no fueran suficientes, la persona también le mandó varios videos donde se veía a Johana jugando retos con los chicos universitarios.
Dio una calada profunda y soltó el humo con un suspiro pesado, como si intentara sacar toda su frustración.
No supo cuánto tiempo se quedó allí, mirando por la ventana, hasta que vio que un carro blanco entraba al patio. Solo entonces Ariel se apartó de la ventana.
...
Abajo.
Johana bajó del carro. Al salir, se acomodó la ropa y la olió discretamente; todavía tenía ese aroma típico de bar. Se sacudió la prenda, intentando quitar el olor antes de entrar a la casa.
Su idea era regresar temprano, pero como Marisela se estaba divirtiendo muchísimo, decidió quedarse un rato más.
Al entrar, notó la casa en completo silencio; todos ya estaban descansando.
Johana subió las escaleras despacio, procurando no hacer ruido. Justo cuando estaba por abrir la puerta de la recámara de visitas, la voz de Ariel la alcanzó, calmada y con un dejo de molestia.
—¿Dónde estabas? ¿Por qué no contestaste el teléfono?
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