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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 144

El patriarca de la familia Carrasco cumplía años hoy, y la verdadera celebración sería en la noche.

En teoría, Ariel debería estar ahora mismo en casa de los Carrasco, acompañando a Maite. Por eso, tanto él como Noé se sorprendieron bastante cuando recibió la llamada de Ariel hacía un rato.

Ariel, con ese aire distante que a veces tenía, sacudió el cigarro en el cenicero y, sin previo aviso, le lanzó una mirada cortante a Raúl tras escuchar su comentario sarcástico.

Raúl, divertido, agarró también un cigarro de la caja que había en la mesa y lo encendió con tranquilidad.

—Ya, ya, no te piques —soltó mientras exhalaba el humo con una media sonrisa.

En ese momento, Noé levantó la vista y clavó la mirada en Ariel, su tono se volvió un poco más serio.

—Ariel, la relación que tienes con Maite... sí que le está haciendo daño a Joha.

Las publicaciones de Maite ese día, sumado a los comentarios de la familia Carrasco dando por hecho que Ariel era ya su yerno, habían corrido como pólvora en el círculo social. Para colmo, había rumores diciendo que Ariel y Johana ya estaban tramitando el divorcio.

Supuestamente, Johana era la que no quería firmar.

Raúl y Noé se enteraron de esos chismes por la tarde; hasta los mayores de la familia andaban preguntando si sabían algo más.

Así que, al ver a Ariel ahí, Noé no pudo evitar sacar el tema.

Ariel se limitó a mirar a Raúl y a Noé mientras fumaba y, sin inmutarse, soltó:

—Ya pedí al departamento legal que preparen el acuerdo.

Tras escuchar esas palabras, Raúl y Noé se quedaron callados, mirándolo en silencio.

Al final, las cosas habían llegado hasta ese punto.

Raúl, siempre con su aire despreocupado, sostuvo el vaso de whisky entre los dedos y se quedó observando a Ariel por un buen rato antes de preguntar con una sonrisa:

—¿Y eso? ¿Por qué el cambio de idea tan de repente?

Hasta hacía poco, Ariel había dicho que el divorcio no estaba en sus planes.

Y sí, era claro: no podía soltar a Maite. Maite seguía siendo lo más importante.

Ariel soltó el humo, despacio, dibujando un círculo en el aire.

—Si seguimos así, si no termino esto, yo voy a acabar perdiendo la cabeza... o ella.

—Quién sabe.

Se acomodó en el sofá, apoyando los brazos y recostando la cabeza hacia atrás, mirando el techo.

Las luces de colores del bar lo deslumbraban un poco. Ariel seguía fumando, soltando el humo en silencio, sin ganas de seguir hablando.

Ni con Noé ni con Raúl se atrevió a mencionar el diario de Johana. Tampoco les contó que había descubierto su secreto.

Al final, los hombres siempre guardan cierto orgullo.

Viendo el semblante decaído de Ariel, Raúl le dio una palmada en el brazo.

—Ya está, al menos vas a poder estar con Maite sin esconderte. Y Joha, por fin, va a poder rehacer su vida. Dos pájaros de un tiro, así que anímate, hermano.

Ariel volteó, le lanzó una mirada seca y apartó la cara.

De verdad, ¿cómo podía una persona decir tantas tonterías?

Después de pasar un rato más en el bar, al salir, Ariel no regresó a casa de los Herrera, ni a la Casa de la Serenidad, ni a ninguna de sus otras casas. En vez de eso, se fue directo a un hotel y pidió una habitación para pasar la noche.

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