...
La noche siguiente.
Ya pasaban de las nueve cuando Johana terminó de bañarse y, mientras doblaba la ropa, escuchó cómo se abría la puerta de la recámara.
Al escuchar el ruido, volteó y vio que Ariel había regresado.
Johana se sorprendió un poco.
Pensó que, después de lo que hablaron ayer sobre el divorcio, él no volvería a aparecer.
Superada la sorpresa, tomó la ropa entre las manos y, como si nada, comentó:
—Hoy en la tarde vino mamá, trajo un montón de cosas.
Johana no le mencionó que Adela solo había traído suplementos alimenticios, casi todos para Ariel, ni que estaba intentando ayudarles a tener un bebé.
Ariel solo respondió con un —Ajá—, sin mucha emoción.
Al notar su reacción, Johana decidió no continuar la plática. Simplemente se volvió y siguió doblando la ropa.
El cuarto estaba en silencio. La luz cálida resaltaba la atmósfera extraña entre ellos. Ariel observaba a Johana en su rutina, y por un instante recordó el pasado.
Antes, cuando ella andaba en el cuarto mientras él trabajaba, siempre dejaba todo impecable y le ayudaba a organizar la ropa.
Todo... parecía igual que antes.
Pero él se sentía agotado.
Ariel se acercó y, sin decir nada, la abrazó por detrás, rodeándole la cintura con los brazos.
Johana se quedó inmóvil, sorprendida. Sus manos se detuvieron a mitad de la tarea.
Giró la cabeza y vio a Ariel con los ojos cerrados, descansando el mentón en su hombro. Johana sujetó sus muñecas, intentando apartar sus manos de la cintura, pero Ariel murmuró en voz baja:
—Johana, estos años también han sido muy pesados para mí.
Al escuchar esas palabras, Johana se quedó quieta. Por un momento, no supo qué responder.
No apartó sus manos y Ariel aprovechó para besarle la mejilla.
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