Entrar Via

No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 162

De pie junto a la cama, acomodando las cobijas, Johana escuchó con atención la pregunta de Ariel. Se enderezó despacio, giró para mirarlo y le sostuvo la mirada por un rato. Con una ligera sonrisa, respondió:

—No te preocupes, el abuelo sabe cómo medir la fuerza, no te haría daño de verdad.

Johana evitó dar una respuesta directa. Ariel la miró un momento, pero no dijo nada más. Caminó de regreso a la cama y se recostó para seguir descansando.

Solo que... al final, todo ese castigo de hoy pareció no haber servido para nada.

...

A las siete de la noche, Johana terminó de cenar en la planta baja. Subió con un tazón de avena para Ariel, pero él, apenas la vio, se quejó de que estaba demasiado simple y no tenía ganas de comer.

Sentada en la silla junto a la cama, observó cómo Ariel abría la laptop y se ponía a trabajar como si nada. Johana pensó que, de verdad, la gente podía sorprender con su capacidad de aguante.

Ariel parecía hecho de acero.

Con la avena todavía en las manos, Johana lo miró un buen rato. Al ver que él no hacía intención de comer, le habló en voz baja, suave, como si estuviera calmando a un niño:

—Durante las próximas dos semanas solo puedes comer cosas ligeras. Si no comes nada, tu herida va a tardar más en sanar.

Ariel seguía sentado en la cama, sin apoyarse del todo en el respaldo. Tecleaba con ambas manos y respondió, sin apartar la vista de la pantalla:

—Con que me pongan más suero es suficiente.

Verlo tan concentrado en su trabajo, como si nada hubiera pasado, hizo que Johana, en silencio, dejara la avena sobre la mesa.

Al notar su gesto, Ariel también detuvo el trabajo y alzó la mirada hacia ella.

Se encontraron los ojos. Johana, sin decir palabra, tampoco insistió más.

En ese instante, a Johana le vinieron a la mente recuerdos de antes, recuerdos de cosas que habían pasado en ese mismo cuarto.

Recordó cuántas veces había hecho su tarea ahí, o cuando le ayudaba a Ariel a terminar la suya.

Muchas veces, mientras ella se sentaba bien derecha en el escritorio para hacer los deberes, Ariel se quedaba dormido a su lado.

Hubo una ocasión en la que, después de una siesta en su cama, al despertar, Ariel también estaba ahí, abrazándola entre sueños.

Esos tiempos... qué bonitos eran.

En aquellos días, Johana solía buscar a Marisela solo para tener una excusa y poder ver a Ariel un rato.

En ese momento, lo estaba consintiendo como a un niño pequeño.

Qué más daba.

Ahora que el abuelo ya no se oponía al divorcio, probablemente no le quedaba mucho tiempo para cuidar de Ariel de esta manera.

Cuando Ariel terminó la avena, Johana le pasó el vaso de leche. Siguió sin hablar, simplemente se lo acercó, como si fuera la cosa más natural del mundo.

Había algo en su forma de actuar que no dejaba espacio a discusión.

La presión silenciosa de Johana hizo que Ariel tomara el vaso y, de un solo trago, se lo bebiera.

Al ver eso, Johana tomó una servilleta y le limpió la comisura de los labios.

Todo fluía tan natural, como si así debiera ser.

Ariel lo notó. Sin pensarlo dos veces, la tomó del mentón y la atrajo hacia él. Con el cuerpo inclinado, se acercó y la besó en los labios.

Johana, aun con la servilleta en la mano, arrugó el entrecejo de inmediato.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces