Los días de Johana volvieron a ser como antes; su vida de soltera regresó sin previo aviso.
Aprovechando que llegó el fin de semana, arrastró a Marisela para que la acompañara a ver casas. Esta vez, las opciones eran mucho mejores que la última vez.
Todavía no decidían cuál comprar, así que seguían platicando y debatiendo los pros y los contras de cada una.
...
Aquella mañana, justo después de terminar una junta con Edmundo y los demás, al regresar a la oficina, Johana se topó con que las noticias en internet estaban inundadas por un solo tema: Soluciones Byte había logrado comprar EcoMundo Corporativo.
En las fotos de la noticia, Maite aparecía impecable con una blusa blanca y pantalón negro, vestida para la ocasión como representante de Soluciones Byte, firmando el acuerdo de adquisición.
Durante la conferencia de prensa, Maite irradiaba seguridad; su sonrisa y actitud hacían que todos se fijaran en ella.
Entre tantos hombres, Maite destacaba como una perla luminosa en la oscuridad.
Muchos asistentes la miraban con una mezcla de admiración y encanto, y no faltaba quien soñara con conquistar a una mujer tan talentosa y, además, con tan buena familia. Quien se casara con ella, pensaban muchos, tendría la vida resuelta.
Johana hojeó la noticia sin mucha emoción, solo por costumbre.
Pero de pronto, una imagen le llamó la atención: Ariel estaba ahí.
Eso quería decir que ya había regresado de su viaje de trabajo.
Deslizó el dedo por el celular, amplió la foto y sí, no había duda: Ariel estaba de vuelta.
Aparecía sentado en primera fila, observando a Maite.
Johana se quedó mirando la foto, sin mostrar ninguna reacción especial. Al final, dejó el celular sobre la mesa, como si no le importara.
Recordó que antes de irse, Ariel le había dicho que regresaría en un par de días, pero había vuelto antes. Seguramente porque Soluciones Byte necesitaba su apoyo ese día tan importante. Ariel siempre estaba ahí para respaldar a Maite.
Sin decir palabra, Johana sacó unos documentos de la bandeja, pero justo en ese momento, su celular comenzó a sonar.
Al ver el número en pantalla, su rostro, que hasta ese momento había permanecido inexpresivo, se iluminó con una sonrisa.
Contestó con un tono cálido y cariñoso.
—Berta, ¡hola! ¿Cómo estás?
Hace unos días, Johana y Bruno habían ido a ver a Berta un par de veces. En una de esas visitas, Berta le pidió su número y lo guardó en el celular de la persona que la cuidaba.
Al otro lado de la línea, la vocecita de Berta sonó tranquila y dulce.
—Joha, ¿tienes tiempo? Te extraño mucho, ¿puedes venir a jugar conmigo un rato?
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