Johana tomó el papel que Hugo le pasó y asintió con una sonrisa.
—Está bien, señor Hugo. En un rato platico con el señor Edmundo sobre esto.
Mientras Johana hablaba, Hugo le encargó un par de cosas más y luego ella bajó para buscar a Edmundo.
Ambos revisaron la lista y se pusieron de acuerdo: Edmundo asignó a Ariel, a Fermín y a una señora de setenta años a Johana, mientras que él mismo se haría cargo de otros tres usuarios, dejando los dos restantes para el otro responsable del equipo.
Con la información de los usuarios que le tocaban, Johana volvió a su escritorio y decidió llamar primero a la señora mayor.
La abuelita contestó rápido y le contó que el producto había llegado el día anterior. Su nieto le había ayudado a instalarlo y, aunque estuvieron toda la noche probándolo, esa mañana ya se le habían olvidado algunas funciones.
Sabiendo que la señora era de edad avanzada y que el robot doméstico era una tecnología bastante novedosa, Johana le propuso pasar por la tarde para enseñarle a usarlo con calma.
La abuelita aceptó encantada, repitiendo varias veces lo agradecida que estaba y elogiando la paciencia de Johana.
Johana colgó el teléfono sonriendo y, antes de cualquier otra cosa, preparó con ayuda de la inteligencia artificial un manual sencillo y claro, pensado especialmente para personas mayores, con instrucciones fáciles de seguir.
Cuando terminó, marcó el número de Fermín.
No tardó en contestar.
—¿Bueno?
Johana reconoció la voz y se apresuró a presentarse.
—Señor Fermín, le habla Johana, de Avanzada Cibernética.
Al escuchar el nombre de la empresa, el tono de Fermín se suavizó.
—Ah, señorita Johana.
Johana notó el cambio en su actitud y continuó con amabilidad:
—Señor Fermín, la razón de mi llamada es para saber si tiene alguna duda sobre el robot doméstico de Avanzada Cibernética. Si necesita ayuda, o si tiene algún comentario o sugerencia sobre el producto, puede comunicarse conmigo cuando guste. Este número es mi contacto directo.
Johana habló con calma y cortesía, asegurándose de transmitir confianza.
Del otro lado, Fermín sonaba todavía más relajado.
Durante esa llamada, Johana se sintió tan agradecida, que bromeó diciendo que si Marisela fuera hombre, se habría casado con ella sin pensarlo.
Marisela soltó una carcajada y le respondió que, si quería casarse con ella ahora, tampoco le veía problema.
Pensando en todo eso, Johana llegó a casa. Justo en ese momento, Daniela salió de su cuarto, notando que Johana apenas llegaba.
—Señora, no puede ser que siga trabajando tanto. Su salud es primero. No ha cenado, ¿verdad? Le guardé comida, déjeme se la sirvo.
Johana le dedicó una sonrisa cansada.
—Gracias, Daniela, te lo agradezco mucho.
Mientras cenaba, Daniela le comentó que Ariel había regresado de su viaje de trabajo y que se veía un poco más delgado.
Johana solo sonrió sin decir nada.
Después de cenar, subió las escaleras pensando que Ariel ya estaría dormido, pero apenas llegó al pasillo, él salió de la recámara principal con un vaso de agua en la mano.

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