Al ver que era Ariel quien entraba, Fermín se sorprendió un poco.
—Ariel.
Ariel entró en la habitación como si nada, sonriendo mientras saludaba:
—Señor Fermín, qué raro verlo por aquí.
Fermín se levantó para estrecharle la mano, devolviéndole la sonrisa.
—No digas eso, ya he coincidido varias veces con la señorita Johana. Supongo que tú también viniste a verla, ¿no?
Luego preguntó:
—¿La señorita Carrasco no vino contigo?
Ariel, al escuchar que Fermín mencionaba a Maite, le soltó la mano y sonrío con desgano.
—Señor Fermín, veo que le gusta estar al tanto de todo.
Johana, desde la cama, observó a los dos y sintió que el ambiente se ponía algo tenso.
Quiso pedirle a Ariel que preparara alguna bebida para Fermín, pero justo en ese momento sonó el celular de Fermín.
Sacó el celular del bolsillo, le hizo una seña a Ariel y se disculpó:
—Voy a contestar, permítanme un momento.
Se fue hacia la ventana para responder la llamada. Era una llamada importante, de un jefe anterior.
Al terminar, Fermín regresó con calma, con voz amable le dijo a Johana:
—Señorita Johana, tengo que atender unos asuntos de trabajo. Paso otro día a verte.
Miró a Ariel, le dio un golpecito en el brazo a modo de despedida.
—Ariel, me retiro. Platiquen tranquilos, y salúdame a tu esposa, ¿sí?
Tras despedirse de los dos, Fermín salió de la habitación.
Ariel lo vio irse, observando cómo la puerta se cerraba suavemente. Luego volvió la mirada a Johana y le preguntó con voz tranquila:
—¿Fermín no sabe que estás casada? ¿No sabe lo nuestro?
Johana, sentada en la cama, tomó uno de los libros de medicina que tenía junto, y lo abrió despacio.
—Mi relación con él es solo laboral, no hablamos de la vida personal. Además, por ahora sigo siendo tu esposa, y no es algo de lo que me sienta orgullosa. No tengo por qué andar anunciándolo.
Fuera de Grupo Nueva Miramar, Johana nunca solía hablar de su situación familiar, y hasta dentro de la empresa mantenía cierta distancia con Ariel.
Al fin y al cabo, en todo Río Plata se decía que Ariel estaba casado, y que tenía una esposa que todo lo aguantaba.
No era precisamente una fama digna de presumir.
Ariel entendió el tono despreocupado de Johana y no se molestó. Al contrario, se rio con suavidad.
—¿Aprovechas cualquier ocasión para reclamarme?
Johana lo miró de reojo y no se molestó en responder.
Ariel se acercó, dejó la caja de galletas que traía en la mesita de noche y preguntó:
—¿Cómo te fue hoy con el cambio de curaciones?
Sin apartar la vista del libro, Johana contestó:
...
Al mediodía, Adela Escobar les llevó la comida.
Después de comer, cuando Ariel acompañó a Adela hasta la salida, ella le dijo:
—Joha no puede moverse bien estos días, cuídala mucho, ¿sí? Haz lo posible por que cambie de opinión contigo.
Ariel, con un tono despreocupado, le respondió:
—Mamá, no te preocupes por lo mío. Yo sé lo que hago.
Le cerró la puerta del carro y la dejó irse.
De regreso a la habitación, encontró a Berta Escobar con Johana, sentadas juntas en la cama.
Berta se había sometido hace poco a una cirugía correctiva y su cuarto estaba cerca, así que todos los días iba a visitar a Johana.
Johana abrazaba a Berta por los hombros y le leía en voz baja el cuento que la niña había traído.
Berta escuchaba tan atenta que ni notó que Ariel había entrado. Johana le lanzó una mirada rápida, pero siguió con la lectura.
Ariel, al verlas así, no quiso interrumpir. Tomó un libro de la mesa y se sentó en el sofá.
Mientras leía, miraba a Johana de vez en cuando, y por un momento le pareció una escena familiar.
Si no hubiera leído el diario de Johana, si hubieran tenido una vida normal, quizá su hija ya correría por ahí, llamándolos papá y mamá, metiéndose entre los dos a la hora de dormir.
Al pensar eso, bajó la mirada al libro. Pero de repente, Berta dejó de escuchar, se volvió hacia Johana y le preguntó con total seriedad:
—Joha, ¿puedes venir a mi casa y ser mi mamá?

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces