No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 281

—Johana, soy hombre, deberías confiar en el ojo que tiene un hombre para juzgar a otro —comentó Bruno, con tono serio.

Johana sonrió de lado y respondió:

—Eso que dices ni al caso. Está bien que me lo digas a mí, pero ni se te ocurra andar contando esas cosas por ahí, ¿eh? No quiero convertirme en el chisme de todos.

Haberse casado con Ariel la había hecho objeto de burlas durante tres años. Ya no quería volver a pasar por eso. No más miradas llenas de lástima ni comentarios a sus espaldas.

Además, ni siquiera sentía que tuviera el carisma suficiente como para llamar la atención de alguien como Fermín.

Al notar la inseguridad de Johana, Bruno le propuso:

—¿De verdad no me crees? ¿Qué te parece si apostamos algo?

Johana soltó una carcajada y le contestó:

—Ariel también decía que el señor Hugo estaba enamorado de mí.

—El señor Hugo no es como los demás —explicó Bruno con una sonrisa—. Ese hombre no entiende nada de esas cosas. Para él solo existen dos tipos de personas: los que saben de tecnología y los que no.

—Ya, mejor cambiemos de tema —dijo Johana, desviando la conversación.

Después de un rato platicando, Johana le pidió a Bruno que la llevara de regreso a la casa.

Tenía que ver al abuelo.

...

Al llegar a casa, Johana le contó al abuelo que ella y Ariel ya habían iniciado los trámites para terminar su matrimonio. El abuelo, apoyado en su bastón, guardó silencio con el ceño fruncido. No se veía nada contento; de hecho, parecía hasta molesto.

Se quedó pensativo, sin decir palabra durante varios minutos. Finalmente, suspiró y murmuró:

—Si de veras te separas de Ariel... quién sabe si algún día vuelvas a formar una familia. ¿Y cuándo será eso? Me preocupa que te cierres y no lo intentes más.

En el patio, Johana se sentó a su lado y le tomó la mano, buscando tranquilizarlo.

—No te preocupes, abuelo. Te lo prometo: antes de cumplir treinta, ya voy a tener mi vida resuelta.

—¿Treinta? —repitió el abuelo con voz grave—. Eso es dentro de seis o siete años. ¿Crees que yo llegue a ver eso?

Johana apretó su mano con cariño y le sonrió:

—Claro que sí, abuelo. Estás fuerte como un roble, todavía te queda mucho por delante.

El abuelo soltó un suspiro, más resignado que convencido.

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