Johana no sabía por dónde empezar.
No encontraba palabras.
Además, cuando le preguntó hace un momento si le ocultaba algo, él tampoco fue sincero.
Aquel silencio breve, esa forma en que le devolvió la pregunta, en el fondo también confirmaban que Maite no había mentido ese día.
Él y Lorena sí habían tenido una relación, y él nunca dejó de pensar en Lorena.
Incluso buscó consuelo en otras personas, en quienes intentó ver a su antiguo amor.
Johana se quedó mirando hacia la ventana un buen rato, hasta que volvió la vista hacia Ariel y, con una sonrisa forzada, le preguntó:
—¿Cuándo fue que te pusiste a leer mi diario a escondidas?
—Una semana antes de casarnos —respondió Ariel, sin darle importancia.
Luego, soltó una risa ligera y agregó:
—Eres buena guardando secretos, ni Marisela tenía idea de quién te gustaba.
Antes de casarse, entre ellos había mucha confianza, pero Ariel nunca supo que Johana tenía un amor secreto.
Entre bromas, Johana apenas sonrió y contestó:
—Eso fue de cuando éramos unos niños, ya pasó. Ahora ya no me interesa.
En ese instante, Johana al fin comprendió por qué Ariel estuvo tan insoportable durante tres años.
Todo por culpa de su diario.
Bueno, tampoco era la única razón.
Porque todas las chicas con las que él salía se parecían tanto a Maite.
No, en realidad, se parecían a Lorena.
Ariel solo buscaba llenar un vacío, encontrar consuelo tras perder a su verdadero amor.
Quizá por eso aceptó casarse con ella cuando Lorena se fue; pensó que ya daba igual con quién se casara, así que acabó aceptando ese compromiso.
Él era quien guardaba a alguien en su corazón, y aun así, la hizo sentir culpable durante tres años.
Al recordarlo, Johana sintió que su amor secreto era casi ridículo, y todo lo escrito en su diario le pareció igual de absurdo.
Ariel la abrazó por los hombros y besó su cabello.
—Sí, ya todo quedó atrás.


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