...
De regreso en la oficina, Johana se sumergió en su trabajo hasta que el reloj marcó las nueve de la noche. Solo entonces pudo terminar de organizar los resultados de sus experimentos.
Se puso de pie para estirar las piernas y, mientras se daba un masaje rápido, tomó su celular. Fue ahí cuando se dio cuenta de que Ariel le había llamado varias veces y le había mandado un montón de mensajes.
Las dos últimas notificaciones decían que él la estaba esperando afuera, justo en la entrada de Avanzada Cibernética.
—Uf...
Soltó el aire que llevaba conteniendo. Lo inevitable tenía que pasar.
Sin querer retrasar más la hora de salida, recogió sus cosas, apagó la computadora y se dispuso a irse.
Al bajar, como si lo hubiera predicho, encontró a Ariel recargado en su carro, fumando.
En cuanto notó a Johana acercarse, Ariel apagó el cigarro y fue directo hacia ella.
Le revolvió el cabello con una mano y dijo:
—Apenas te estás recuperando, no te mates trabajando así.
Johana le dedicó una pequeña sonrisa.
—No te preocupes, sé cuidarme.
En ese momento, Ariel abrió la puerta del copiloto y le indicó que subiera.
Johana no se hizo de rogar; se subió.
Tenía curiosidad, quería saber cómo explicaría Ariel todo lo que había pasado. ¿Qué podía decir ahora?
Ahora, Johana sentía que había logrado sacar por completo a Ariel de su vida.
Ya no se permitía sentir nada por él.
...
El carro arrancó al poco tiempo. Ariel, con ambas manos en el volante, desvió la mirada hacia Johana.
Si decía que no se sentía culpable, estaría mintiendo.
Después de llevar a Maite al hospital, por fin se dio cuenta de que, durante todo el incidente, había dejado a Johana de lado.
El carro avanzó un rato más, hasta que Ariel rompió el silencio:
—Maite se sometió a una cirugía de trasplante de corazón.
Al decir esto, Ariel pareció quedarse atascado. Le costaba continuar.


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