El informe de Teodoro hizo que la mirada de Ariel se apagara de inmediato.
Pasó un buen rato antes de que respondiera con indiferencia que ya sabía, y luego, con un tono distante, colgó la llamada.
Sin mucha fuerza, dejó el teléfono sobre el escritorio y se dirigió hacia la ventana de piso a techo, sintiendo una presión en el pecho que no lograba disipar.
Por más que intentaba convencerse de que solo era Frida, no Johana, el aire le faltaba igual.
Sacó del cajón una cajetilla de cigarros y el encendedor, y encendió uno para sí mismo.
Mientras el humo subía lentamente, Ariel no lograba relajar el entrecejo.
—Ariel, ¿podemos platicar un momento?
—Ariel, ¿vas a regresar a casa esta noche?
—Ariel, me siento mal hoy, ¿podrías venir?
—¿De verdad te tienes que ir?
Recordó todas las veces que había malinterpretado a Johana, la noche en que insistió en marcharse de la Casa de la Serenidad, y cómo nunca volvió después.
Ese fue el último día que la vio.
El peso de ese pensamiento ensombreció aún más su semblante.
Siempre había ignorado un hecho simple: nunca supo que la persona que Johana amaba era él.
Apagó el cigarro en el cenicero, mirando las cicatrices en el dorso de su mano, y no pudo evitar recordar tiempos pasados. Cuando se lastimaba, Johana siempre se preocupaba, siempre estaba atenta a cuidarlo.
Sin embargo, después de casarse, él empezó a pensar que su preocupación tenía otros motivos.
Con ambas manos en los bolsillos del pantalón, Ariel observó el jardín por la ventana y dejó escapar un suspiro.
—Joha, ¿qué se supone que debo hacer ahora?
Esa noche, Ariel volvió a quedarse en vela.
La noche se le hizo eterna.
...
A la mañana siguiente, cuando Johana regresó del instituto al hotel, Maite apareció de repente y se interpuso en su camino.
—Señorita Frida, quisiera platicar con usted.
Johana, con la bolsa al hombro, la miró de arriba abajo sin decir palabra.
Maite se presentó sin esperar respuesta:
—Soy Maite, de Soluciones Byte. Ayer nos vimos en el restaurante.
—¿Soluciones Byte? —repitió Johana—. Yo solo me encargo del área técnica en Grupo Transcendencia, no de alianzas. Si busca una colaboración, puede agendar una cita con mi hermano o con algún encargado.
—Estas son fotos de la esposa del señor Ariel, de Grupo Nueva Miramar. Lamentablemente, falleció en un incendio hace dos años.
Suspiró y añadió:
—Lo sorprendente es que la segunda hija de Grupo Transcendencia sea idéntica a Johana.
Johana lanzó las fotos sobre la mesa sin darle importancia.
—Así que, señorita Maite, ¿usted está interesada en el señor Ariel y solo viene a advertirme que, si él se me acerca, es porque solo me ve como un reemplazo?
Maite se irguió de inmediato.
—Señorita Frida, usted acaba de llegar a Río Plata y hay muchas cosas que desconoce. Solo quiero advertirle por su bien.
La supuesta advertencia no le movió ni un pelo a Johana. Se puso de pie con calma y, con tono neutral, respondió:
—Gracias, señorita Maite, pero no pienso involucrarme en sus asuntos. Le pido que no vuelva a buscarme.
Al pasar junto a Maite, bajó la mirada, le dio una palmadita en el hombro y le dedicó una sonrisa ligera.
—La esposa del señor Ariel falleció hace dos años, ¿no? Échele ganas, señorita Maite.
Dicho esto, Johana se alejó con paso firme y seguro.
Si Maite tuviera un poco más de iniciativa, quizá ya habría conquistado a Ariel.

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