No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 48

Ella no era la esposa de Ariel.

A un costado, Ariel lucía ese día una camisa blanca impecable y un traje negro. Irradiaba una elegancia que imponía.

Ambas manos metidas en los bolsillos del pantalón, Ariel bajó la mirada hacia Maite. Sus ojos desbordaban una calma y ternura que resultaba imposible ignorar.

Nunca antes había mirado a Johana de esa manera, ni siquiera cuando le pidió que tuvieran un hijo juntos.

Mientras todos lanzaban preguntas al aire, Maite sonrió y propuso:

—Como acabo de regresar y tengo mil pendientes, ¿qué les parece si esta noche yo invito la cena? Además, esta vez no pienso irme; quiero que podamos juntarnos seguido de ahora en adelante.

Dicho esto, Maite giró el rostro hacia Ariel y, todavía sonriendo, añadió:

—Respecto a nuestra boda... eso depende de Ariel.

Al escucharla, todos dirigieron la mirada a Ariel, presionándolo:

—Sr. Ariel, ¡apúrese! Todos estamos esperando esa fiesta.

—Ariel, después de tantos años de andar con Maite, ya deben dar el siguiente paso. Nosotros ya tenemos listos los regalos de boda.

Ariel seguía con las manos en los bolsillos, el perfil firme y elegante, la nariz recta dándole un aire distinguido.

A pesar de la insistencia general, solo esbozó una sonrisa y no dijo nada.

En ese momento, el bullicio creció:

—Sr. Ariel, si no responde, lo tomaremos como que sí acepta.

—Sr. Ariel, entonces lo damos por hecho. Ojalá este año celebremos esa boda.

Con la tarjeta del cuarto en la mano, Johana miraba en silencio desde lejos, observando cómo Ariel y Maite parecían la pareja ideal, irradiando felicidad.

A su lado, Selene alternaba la mirada entre la multitud y Johana.

Notó que Johana no apartaba los ojos de la escena, absorta en sus pensamientos. Selene, compadeciéndose, la observó por un buen rato. Al ver que Johana seguía perdida mirando hacia allá, le habló en voz baja:

—Srta. Johana.

La voz de Selene sacudió a Johana, quien reaccionó de golpe, dándose la vuelta y bajando la mirada. Forzó una sonrisa para Selene:

—La tarjeta del cuarto... ¿cuál es mi habitación?

A pesar de la sonrisa, el nerviosismo la delató.

Selene, al ver su reacción, sintió aún más empatía por ella.

Miró la tarjeta que Johana sostenía y, con voz suave, le recordó:

—Srta. Johana, ya tenemos la tarjeta del cuarto.

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