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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 49

Al pensar en todo eso, Selene no pudo evitar gritar con voz lastimera:

—Señorita Johana.

Johana estaba sumida en sus propios pensamientos. Al escuchar a Selene, reaccionó de inmediato y volteó a verla.

Al ver la carita de Selene llena de tristeza, con los ojos a punto de soltar lágrimas, a Johana le dio risa.

Ella comprendía perfectamente lo que Selene pensaba. Sonriendo, le dijo:

—No te preocupes, estoy bien.

Pero ese consuelo solo hizo que Selene se sintiera más indignada, como si la tristeza de Johana también fuera suya.

En ese momento, el elevador se abrió y Johana le recordó con una sonrisa:

—Ya llegó el elevador, vamos.

Solo entonces Selene volvió a su actitud profesional de siempre:

—Sí, señorita Johana.

Las dos subieron al elevador. Selene se quedó un poco detrás de Johana, sin dejar de mirarla.

Después de observarla un rato, Selene preguntó:

—Señorita Johana, ¿por qué siempre aguantas? ¿Por qué no le pones un alto al señor Ariel?

Johana la miró y, sonriendo, respondió:

—Si una persona no te toma en cuenta, intentar controlarlo solo va a empeorar las cosas. Los sentimientos no se pueden forzar.

Había necesitado tres años para entender esa verdad.

Tras una pequeña pausa, Johana añadió:

—La paciencia y la tolerancia también tienen un límite. Cuando ya no puedes más, simplemente dejas de aguantar.

Selene, conmovida por la calma de Johana, murmuró:

—Señorita Johana, tú eres una gran persona. El señor Ariel seguro va a arrepentirse algún día.

Johana solo sonrió, sin decir nada.

No pasó mucho antes de que las puertas del elevador se abrieran de nuevo.

Selene salió primero, ya que su habitación quedaba en ese piso.

Johana la vio alejarse, observó cómo las puertas del elevador se cerraban lentamente y apenas esbozó una sonrisa serena.

¿Controlar?

Eso era un privilegio reservado para quien se ama de verdad. Ese derecho ahora era de Maite, no de ella.

...

Cuando el elevador llegó al siguiente piso, Johana sacó la tarjeta de la habitación y la pasó por el lector. Un empleado ya le había dejado su equipaje justo en la entrada.

Al escuchar la palabra “divorcio”, Ariel le lanzó una mirada cortante.

Raúl, al darse cuenta del ambiente tenso, hizo un gesto de “mejor me callo” y decidió no seguir con el tema.

Con Maite presente en ese viaje, Ariel ya ni se acordaba de Johana.

...

Mientras Ariel disfrutaba del bullicio, Johana también encontraba su propia forma de pasar el tiempo.

Después de cenar fuera, fue al mercado nocturno y se compró un caracol de mar muy bonito, pensando en llevárselo a Marisela como regalo.

Alrededor de las diez, cansada de tanto andar, con los pies y las piernas adoloridas, Johana decidió regresar al hotel.

En ese instante, el lobby estaba bastante animado. Había huéspedes saliendo a divertirse, otros volvían, la mayoría asistentes al evento empresarial.

Johana reconoció algunos rostros, pero como todos andaban ocupados, prefirió no saludar y se fue directo al elevador.

Solo cuando entró a la cabina, el bullicio quedó atrás y pudo disfrutar del silencio.

El pasillo de su piso estaba todavía más tranquilo. Sus tacones ni siquiera hacían ruido sobre la alfombra.

Llegó a la puerta de su habitación, puso la tarjeta sobre el lector y escuchó el clic de la cerradura.

Empujó la puerta y entró. Las luces estaban encendidas, como las había dejado antes de salir.

Se quitó los tacones y se puso las pantuflas desechables que ofrecía el hotel. Dejó el caracol sobre la mesa y, justo cuando se preparaba para descansar, de repente vio cómo una silueta alta y delgada salía del baño.

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