La voz de Johana sonó apagada y sin fuerzas. Ariel, con un tono indiferente, le respondió:
—Ajá.
Dicho esto, colgó el teléfono sin más.
Acostada en la cama, Johana se quedó mirando el celular que aún sostenía junto a su oído. Lo apartó despacio, lo levantó frente a su rostro y se quedó observando la pantalla unos segundos antes de dejarlo a un lado.
...
En el salón de reuniones, Ariel acababa de colgar cuando Teodoro se acercó para recordarle:
—Señor Ariel, ya van a servir la comida.
Ariel guardó el celular y la mano en el bolsillo del pantalón de su traje, luego se giró y le indicó a Teodoro:
—Empaca una comida para llevar, me la entregas más tarde.
Sin esperar respuesta, añadió:
—Que sea de los platos que aún no han servido en la mesa.
Ariel nunca tocaba nada que ya hubiera sido manipulado por otros.
—Como usted diga, señor Ariel.
Apenas terminó de hablar, Teodoro fue a cumplir la orden.
En ese momento, Maite se acercó con una sonrisa y le dijo a Ariel:
—Ariel, vamos a comer juntos.
Ariel la miró sin mostrar ninguna emoción.
—Yo no voy a ir.
Maite borró la sonrisa, extrañada, y preguntó:
—¿Ariel, no vas a comer?
—Tengo unos asuntos que atender.
Maite se le quedó viendo, notando que Ariel no tenía intención de explicarle nada. Su expresión se ensombreció, pero en seguida forzó una sonrisa:
—Bueno, entonces me adelanto.
Cuando se dio la vuelta para irse con otra chica, Maite miró hacia atrás. No pudo evitar pensar que Ariel había estado actuando raro esos días.
¿Será que por fin le importaba Johana?
No podía ser. Definitivamente no. Él estaba enamorado de Lorena, no podía olvidarla tan fácil.
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