Johana se quedó sorprendida por un segundo al oírlo, pero enseguida soltó una carcajada.
—Claro, claro, Hugo, tu trabajo es muy importante. No te puedes dar el lujo de enfermarte. Mejor entro rápido a la habitación, no vaya a ser que te contagie.
Era solo una cortesía, pero Hugo fue aún más directo.
Eso le agradó a Johana.
Así que, tras intercambiar un par de palabras para despedirse, Hugo regresó a su cuarto y Johana volvió a lo suyo, sumergiéndose de nuevo en el trabajo.
A pesar de todo, la visita inesperada de Hugo logró relajar el ambiente. Con ese tipo de personas, uno siente que nacieron para entregarse por completo a su carrera, a la ciencia.
...
Mientras tanto, en la pequeña sala de reuniones del piso de abajo.
Ariel estaba negociando con varios socios; dos de ellos habían volado desde Japón. Maite lo acompañaba a su lado.
Ariel, recostado sobre la silla, cruzaba la pierna derecha sobre la izquierda y hojeaba despreocupadamente el acuerdo de cooperación estratégica que le presentaban. Entonces, Teodoro se acercó de repente.
Se inclinó y murmuró unas palabras al oído de Ariel. En ese instante, el rostro de Ariel se endureció.
Cuando Teodoro terminó de informar, Ariel ya había vuelto a su expresión habitual: relajado, con ese aire de confianza que no lograba disimular su porte distinguido.
Colocó el documento cerrado sobre la mesa, ni fuerte ni suave, y dijo:
—Sr. Tanaka, ya es algo tarde hoy. Mejor seguimos otro día. Además, está invitado a conocer Río Plata cuando guste.
El hombre de mediana edad escuchó a Ariel, miró la hora en su reloj de pulso y notó que ya eran las nueve de la noche.
Al ver la hora, enseguida le contestó en un español algo forzado:
—Disculpe, Sr. Ariel, no quise quitarle tanto tiempo. Mejor seguimos platicando en Río Plata la próxima vez.
Ariel se puso de pie, y los dos japoneses junto con Maite y los demás también se levantaron.
Al llegar a la puerta, todos se despidieron con un apretón de manos.
Maite salió tras Ariel.
Ya en el área de los elevadores, Maite preguntó:
—Ariel, el Grupo Nueva Miramar ha estado muy metido estos años en proyectos de semiconductores. ¿Te interesa lo que nos presentaron?
Ariel, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, contestó en tono tranquilo:
—Podríamos observarlos. Hay que ver qué tanto potencial tienen.
Las palabras de Ariel encendieron el entusiasmo de Maite; sus ojos brillaron al mirarlo.
—Entonces, ¿qué te parece si buscamos un lugar para platicar? Quiero compartirte mis ideas. Si no tienes problema...
Antes de que Maite pudiera invitarlo a su habitación, Ariel la interrumpió:
—Podemos dejarlo para otro día. Joha está enferma.
El simple hecho de que Ariel dijera Joha, y no Johana, hizo que la sonrisa de Maite se quedara congelada a la mitad.
Ella lo miró con una mueca tensa, forzando una sonrisa tras unos segundos.
—Está bien. Agendamos para otro momento.
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