No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 8

Aunque Johana había prometido que saldría temprano, después de cenar volvió a sumergirse por completo en su trabajo.

Cuando cayó la noche, seguía en la oficina, haciendo horas extras.

No es que le apasionara quedarse tanto tiempo, pero volver a casa solo para enfrentarse a la soledad de su departamento le parecía peor. Así que prefería mantenerse ocupada.

Por otro lado, esa noche Ariel tenía un compromiso social.

Mientras discutía negocios en la mesa del restaurante, su celular vibró.

Era una llamada de Adela.

Ariel se levantó, tomó el celular y salió para contestar.

—Ariel, ¿ya viste la hora que es? ¿Por qué no has vuelto? ¿No puedes tomarte al menos un par de días tranquilos? ¿De verdad no puedes comportarte como un buen esposo aunque sea por unos días? —reclamó Adela, usando ese tono entre reproche y preocupación que sólo una madre puede tener.

Ariel apagó la mitad de su cigarro en el bote de basura más cercano y contestó con voz cansada:

—¿Madre, te fuiste a la Casa de la Serenidad?

—Claro, pienso quedarme aquí un tiempo. Apúrate y regresa. —Y añadió con tono de encargo—: Joha está trabajando hasta tarde, así que llévala contigo cuando vuelvas.

Ariel guardó silencio unos segundos, apretando el celular entre los dedos. Sin mostrar emoción alguna, respondió:

—Está bien, ya entendí.

Colgó, se frotó las sienes y dejó ver en su cara que el dolor de cabeza amenazaba con instalarse toda la noche.

Luego, revisó la agenda de contactos en su celular.

Pasaron varios minutos y, para su sorpresa, no encontró el número de Johana.

Jamás lo había guardado.

Y por más que hacía memoria, tampoco lograba recordar el número completo.

Pensando que de todos modos tenía que pasar por la oficina camino a casa, Ariel decidió no llamar. Subió al carro y se dirigió directamente hacia allá.

...

—¿Tampoco te has ido?

Sin esperar respuesta, se puso de pie, tomó un expediente de su escritorio y caminó hacia él:

—El proyecto con Circuito Infinito está por arrancar, pero el acuerdo no se ha firmado todavía. Fui dos veces a tu oficina en la tarde, pero no te encontré.

—¿Crees que puedas firmarlo ahora?

Ariel la miró unos segundos antes de tomar el documento. Bajó la cabeza y comenzó a revisar las páginas.

Ya ni recordaba desde cuándo el trato entre los dos era solo trabajo, sin una sola palabra de más.

El contrato estaba en orden. Ariel tomó la pluma que había sobre el escritorio de Johana, se inclinó y firmó con esa letra grande y segura que lo caracterizaba.

Johana revisó los papeles firmados. Luego, con la misma actitud profesional, le informó:

—Por ahora solo me encargo de este proyecto. Cuando llegue el momento, haré la entrega con Teodoro. Cuando termine de organizar todo el papeleo, presentaré mi renuncia tanto a ti como al consejo directivo.

—Ah, también redacté un acuerdo de confidencialidad. Una vez que deje la empresa, no trabajaré en el mismo sector y toda la información de Grupo Nueva Miramar quedará protegida. Si necesitas que agregue algo más, avísame para prepararlo esta semana.

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