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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 82

Al llegar a la sala, Johana comprobó que, efectivamente, Raúl también había llegado.

Ambos habían estado bebiendo.

Al ver a Johana bajar del segundo piso, Raúl metió las manos en los bolsillos del pantalón, levantó la mirada y, con una sonrisa, dijo:

—Joha, aquí te dejo a la persona que te traje de regreso.

Johana avanzó hacia ellos sonriendo:

—Gracias, señor Raúl, de verdad.

Johana esbozó una sonrisa ligera. Ariel, mostrando un aire de cansancio, volteó hacia Raúl y le dijo:

—Raúl, ya puedes irte. Yo aquí estoy bien.

—Está bien —replicó Raúl con una sonrisa, y luego miró a Johana, dándole una palmadita en el brazo—. Joha, entonces yo me retiro, te encargo a Ariel.

Aunque Raúl solo estaba despidiéndose, sus palabras y gestos traían implícito un dejo de consuelo y lástima. Lástima por ella, que era ignorada. Lástima porque, pese a ser la esposa, Johana parecía una extraña en la vida de Ariel.

Johana asintió con calma.

—Está bien.

A un lado, Ariel intervino con voz seca:

—Raúl, ella no es una niña de tres años. No hace falta que la estén apapachando.

Raúl volteó a ver a Ariel y lo observó durante un momento antes de responder, sin perder la sonrisa:

—Bueno, entonces yo ya me voy.

Dicho esto, Raúl se dio la vuelta y se marchó.

Con esa actitud hacia Joha, el día que ella armara un escándalo por el divorcio, si él intentaba convencerla de reconciliarse, terminaría quedando como un tonto.

Johana miró cómo Raúl salía por la puerta. Cuando volvió la mirada hacia Ariel, sus expresiones se tornaron más distantes.

Él no era amable con ella, pero tampoco aceptaba que otros fueran amables en su presencia.

...

Ya en la habitación, al ver el saco de Ariel tirado sobre el sofá, Johana habló con voz neutra:

—Voy a preparar una bebida caliente.

—Ajá —respondió Ariel, aflojándose la corbata sin entusiasmo.

Un rato después, Johana regresó con la bebida en las manos y vio que Ariel ya estaba dormido sobre la cama.

Ni se bañó ni se cambió de ropa, solo se tiró sobre la cama, tapándose los ojos con un brazo.

Johana se quedó parada a un lado, observándolo en silencio durante un buen rato. Luego, se inclinó y dejó la taza con la bebida en la mesa junto a la cama.

Al darse la vuelta, bajó la mirada hacia Ariel, tumbado en la cama. No sabía si acercarse o mantenerse lejos.

Se quedó ahí, atenta, inmersa en sus pensamientos, hasta que Daniela irrumpió en la habitación con un par de golpecitos en la puerta.

Ante las palabras de Daniela, Johana disimuló el dolor en su mirada y sonrió suavemente.

—Lo sé, no pasa nada.

¿Por qué Ariel no estaba contento?

Quizás porque ella le resultaba incómoda.

Más tarde, mientras dormía, Ariel volvió a murmurar varias veces el nombre de Lorena.

Johana no lo molestó. Tomó sus cosas y se fue a dormir al cuarto de al lado.

...

A la mañana siguiente, cuando Johana salió de su habitación, Ariel también salió de la alcoba principal.

Se había bañado, cambiado de ropa y volvía a ser ese Ariel seguro de sí mismo.

Se cruzaron en el pasillo. Johana lo saludó de manera natural:

—Buenos días.

Ariel, sin mostrar ninguna emoción, simplemente respondió:

—Buenos días.

Poco después, ambos desayunaban en la mesa, sentados uno frente al otro. Cada quien enfocado en su comida, sin cruzar palabra alguna.

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