El jadeo fuerte y pesado resonó en sus oídos. Así fue como Génova Aston supo que estaba soñando de nuevo. Hacía poco que había experimentado el mismo sueño de esa noche, en el cual estaba enredada en una relación apasionada con un hombre misterioso.
En la débilmente iluminada casa, Génova lo vio con claridad. La silueta de su rostro insinuó ciertos rasgos definidos. Génova levantó una mano y lo tocó; quería saber si era real o solo un sueño. El hombre agarró su mano estirada y le susurró en el oído de forma provocativa:
—Un regalo para ti.
Un anillo de diamante apareció frente a sus ojos. El hombre misterioso presionó el anillo con fuerza entre las palmas de ambos y después le hizo el amor en un estado de frenesí, ahuyentando todos los pensamientos de su mente. La intensidad era de otro mundo y aclaró las dudas de Génova de una vez por todas. «¡Debo estar soñando!».
Se despertó de un sobresalto, empapada de sudor frío. Desconcertada, se sentó en la cama y se secó el sudor del rostro.
—¿Q-qué están haciendo ustedes dos? —tartamudeó.
Su madrastra, Candela Danés, y su media hermana, Felicia Aston, intercambiaron miradas siniestras; ambas mujeres sonreían de manera engreída. Candela se cruzó de brazos y miró a Génova con enojo.
—¡Te desmayaste en el banquete familiar de los Aston, Génova! El doctor te revisó y confirmó que estás embarazada. Solo tienes dieciocho años y ya llevas a un bastardo adentro tuyo. ¡Qué vergonzoso! ¡No eres más que una z*rra!
La expresión de Génova se desfiguró y negó con la cabeza energéticamente.
—¡Eso es imposible! No puedo estar embarazada.
De pronto, recordó el anillo colgando de la cadena alrededor de su cuello. «¿No había sido un sueño después de todo?». Entrecerró los ojos al darse cuenta y le lanzó una mirada al par de confabuladoras.
—¿Fueron ustedes? ¡Debieron sabotearme!
Candela le dio un vaso de leche todas las noches que daba vueltas en la cama debido a sus sueños sexuales apasionados. «Debe haberle puesto alguna droga a la leche». Consternada, Génova no podía soportar imaginar lo que había sucedido después de consumir la droga que Candela le había dado. Estaba tan angustiada que comenzó a llorar.
—¿Por qué pierdes tiempo hablando con ella? Una vez que esté muerta, te convertirás en la hija mayor de la familia Aston y la heredera legítima de su fortuna.
Entonces, Candela levantó el cuchillo y se acercó a Génova.
—¡Ayuda! ¡Sálvenme! —gritó, incapaz de librarse.
Sus súplicas no sirvieron de nada ya que nadie fue a su rescate. Candela la apuñaló sin piedad, dejándola tirada en un charco de sangre; solo después de eso, los guardaespaldas la soltaron. Estaba en un estado de agonía total y colapsó en el piso. Miró con odio a Candela y Felicia, jurando que no las dejaría librarse de ese crimen.
Candela la miró con desprecio.
—Feli, nadie más robará lo que te pertenece, y tu abuelo ya no tendrá más favoritos tampoco. —Soltó una carcajada maligna antes de instruirle a los guardaespaldas—: Desháganse del cuerpo.

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