¿Quién es el hombre de mis sueños? romance Capítulo 2

Seis años después, Génova se apresuró hacia el Hospital Avellaneda Cuarto en su Fiat de segunda mano. Eran las diez de la noche. Se apresuró a estacionar frente a la entrada del hospital, a pesar de las advertencias de los guardias. Génova alzó a su hija del asiento del pasajero y se apresuró adentro del hospital. El guardia de seguridad no pudo detenerla de ingresar al lugar y le gritó:

—¡Solo espera, haré que te coloquen una abrazadera de rueda! ¡Veremos qué haces entonces!

Descalza y todavía en pijamas, Génova no podía pensar bien y casi no escuchaba. Corrió hacia la sala de emergencias con su hija en brazos. El cuerpo temblaba de la ansiedad.

—Doctor, por favor, debe salvar a mi hija. ¡Su temperatura es tan alta que se está incinerando! —le rogó Génova entre lágrimas.

Un doctor se apresuró a tomar a la niña entre sus brazos y le aseguró:

—Puede esperar afuera. La trataremos en este momento.

Después, una enfermera guio a Génova afuera de la sala de emergencias y le dijo:

—Debe realizar el pago primero. Acá está el recibo. Es probable que su hija deba quedarse en observación en la unidad de cuidados intensivos.

Génova asintió varias veces y le rogó:

—Muy bien. Por favor, salven a mi hija.

«Julieta no puede enfermarse. ¿Qué pasa si la fiebre daña su cerebro?». No podía imaginar un peor resultado. Se dirigió al cajero con lágrimas nublándole la visión. Entonces, escuchó pasos apresurados resonando en la entrada del hospital.

Un grupo de hombres de traje ingresaron; el más alto lideraba el grupo. Vestía un abrigo oscuro inmaculado que lo hacía parecer más imponente y distante. Sus facciones eran definidas y tenía ojos negros y penetrantes; el hombre transmitía un aura misteriosa. Apretó los labios con fuerza, reflejando su carácter majestuoso e inaccesible.

Las personas que pasaban por ahí se movían de manera instintiva abriéndole camino mientras avanzaba por el hospital. Ajena a su presencia, Génova continuó apresurada hacia el cajero. Se chocaron uno contra el otro y Génova se balanceó, perdiendo el equilibrio. Frunciendo un poco el ceño, el hombre extendió el largo brazo y la tomó de la delgada cintura, deteniendo su caída.

Se miraron a los ojos y Génova tembló de manera inconsciente al ver su expresión indiferente. «Ya es invierno y no puedo sentir el frío. ¿Por qué estoy temblando ante su mirada? ¿De qué demonios está hecho? ¿Hielo puro?».

Capítulo 2 Héctor despierta 1

Capítulo 2 Héctor despierta 2

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