Miró hacia todas partes y se preocupó cuando no pudo encontrar a la pequeña; entonces, llamó al camarero.
—Disculpe, ¿a dónde está la pequeña niña que llegó conmigo hace un rato?
El camarero recordaba a la niña con rasgos semejantes a los de una muñeca y una dulce voz cuando la mujer se le acercó.
—No se preocupe, señorita. Solo fue a lavarse las manos.
Al escuchar eso, Génova le dio las gracias. «Parece que recuerda lo que le enseñé y sabe que debe lavarse las manos antes de cada comida».
Había un lavabo frente al baño. Julieta se colocó jabón en las manos y las restregó mientras tarareaba una canción.
—¡Lavarte el rostro antes de ir a la cama solo te hará más hermosa!
Una figura alta salió del baño de caballeros y se paró a su lado para lavarse las manos. Julieta lo observó a través del espejo y, de inmediato, abrió grande los ojos. «¡Se parece a mis hermanos! ¡Qué apuesto!». Lo miró con tanta intensidad que sus miradas se encontraron.
—¿Tiene hijos, señor Apuesto?
«No tenemos un papi, así que, si tiene niños, pero no están con él, ¡quizá nosotros seamos sus hijos!».
Cuando escuchó la dulce voz, Patricio se giró para mirar a la niña adorable.
—No. —Su tono era indiferente y su rostro, inexpresivo.
Julieta suspiró al escuchar eso.
—Yo tampoco tengo papi.
A él le comenzaron a temblar los labios mientras observaba su expresión; Patricio no sabía cómo tratar a los niños así que no supo cómo consolarla. En ese momento, Julieta tuvo una idea. «¿Por qué no le presento a Géno? ¡Seguro le gustará porque es muy apuesto!». Rio mientras se secaba las manos con una servilleta de papel, felicitándose internamente por ser tan lista.
—¿Podemos ser amigos, señor Apuesto? Deme su número y lo invitaré a comer algún día.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Quién es el hombre de mis sueños?