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Reencarné y mi Esposo es un Coma romance Capítulo 12

Le había respondido con desdén que, si no quería que la gente hablara, no debería hacer cosas tan escandalosas como traer hombres a la casa.

Pero Sabrina, impredecible como siempre, ordenó a su hombre que atacara, y sus guardaespaldas, por supuesto, la defendieron.

Sin embargo, resultaron ser unos inútiles. Ocho de ellos no pudieron con un chico que apenas parecía mayor de edad.

Sabrina aplaudió y, sin escatimar elogios, le levantó el pulgar a Matías.

—¡Increíble! No mentías, de verdad puedes con ocho.

—No es para tanto, señorita Molina —respondió Matías con una sonrisa.

—¿Y qué hacemos con esta? —preguntó, clavando su afilada mirada en Betina.

—Cuñada, todavía estás a tiempo de disculparte —le advirtió Sabrina. Era mejor que no la provocara.

Aunque Betina sentía miedo, ¿pedirle perdón a una mocosa? Jamás. Además, estaban en la mansión Guerrero. No creía que Sabrina se atreviera a ponerle un dedo encima.

Con aire de suficiencia, levantó la barbilla.

—Soy tu cuñada, ¿quién te crees que eres para exigirme una disculpa? Además, tu hombre dejó a mis guardaespaldas medio muertos. Soy yo la que debería pedirte una indemnización.

—¿Indemnización? Ah, gracias por recordármelo —dijo Sabrina con una sonrisa gélida—. Cuñada, tendrás que pagarme por daños a mi reputación. La honra de una mujer no es algo con lo que se pueda jugar.

—¡Ni lo sueñes! —espetó Betina, fulminándola con la mirada—. No creas que por estar casada con Ignacio ahora eres mi igual. Siempre serás una simple advenediza. ¿Pedirle perdón a alguien como tú? ¡Ni que estuviera loca!

—Entendido —dijo Sabrina—. Así que no piensas disculparte ni pagar.

Betina soltó un bufido, dejando clara su respuesta.

—Muy bien, lo tengo claro —Sabrina no estaba para juegos. Chasqueó los dedos—. Matías, enséñale a la señora Betina a comportarse.

—Sabrina, estamos en la mansión Guerrero, no te atrevas a hacer una locura. Si algo me pasa, mi esposo y mi hijo no te lo perdonarán.

—¿Me estás amenazando con que no tengo un hijo? —se burló Sabrina—. Pues tú tampoco lo tendrás por mucho tiempo.

En su vida anterior, Leandro había muerto en un accidente durante una carrera. Según sus cálculos, le quedaban unos cinco meses de vida.

Tras la muerte de Leandro, Betina se había vuelto loca.

Pero Óliver Guerrero superó rápidamente el dolor de perder a un hijo. Los hombres, al fin y al cabo, eran así de fríos.

No tardó en buscarse una amante, con la que tuvo un hijo. La mujer, gracias al niño, consiguió entrar en la mansión Guerrero.

En cuanto a Betina, acabó en un manicomio, conservando únicamente el título de señora Guerrero.

***

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