—No me mates. —El asesino, consciente de que no era rival para Sabrina, suplicó por su vida.
—Tengo una familia que mantener, mi esposa está enferma en el hospital esperando el dinero para su tratamiento. Por favor, déjame vivir.
—¿Y a mí qué me importa? —replicó Sabrina, arqueando una ceja con ironía—. No decías lo mismo cuando intentabas matarme hace un momento. Estabas muy arrogante y engreído.
El asesino se postró en el suelo, suplicando.
—Te daré el dinero, solo déjame vivir.
—Podría dejarte ir, pero tienes que decirme quién te pagó para matarme. —Sabrina lo miró desde arriba, su voz fría como el hielo—. No intentes desafiar mi paciencia. Como tú mismo dijiste, si te mato aquí, nadie se enterará, y no tendré que enfrentar ninguna consecuencia legal.
El asesino negó con la cabeza frenéticamente.
—No, por favor, no me mates. Te diré todo lo que sé. La persona que me pagó para matarte fue una mujer, y me pagó en efectivo.
¿Una mujer?
¿Sería Julieta Guerrero?
Sabrina entrecerró los ojos.
—¿Cómo es ella?
—No lo sé, nunca la he visto.
—¿No dijiste que te pagó en efectivo? ¿Me estás tomando el pelo?
El asesino se apresuró a explicar:
—Sí, me pagó en efectivo, pero lo dejó en un lugar específico. Toda nuestra comunicación fue en línea.
—Muéstrame el historial de chat.
—No hay historial. ¿Crees que guardaría pruebas en mi contra?
—Entonces, ¿cómo te encontró?
—En la *darknet*. Cada asesino tiene un código. Mientras más alto es el nivel, mayor es la paga. Esa mujer me ofreció cien mil por tu cabeza.

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