Tania sabía que estaba en desventaja y que Alejandra la odiaba a ella y a su madre. Además, la familia Vargas era influyente, y enfrentarse a ella no le traería nada bueno, así que tuvo que tragarse su rabia.
Pero Germán, que adoraba a Tania y no soportaba verla sufrir, se enfrentó a Alejandra por ella.
—Mamá, te estás pasando. Se dice que la culpa no se hereda. Aunque la madre de Tania le hiciera daño a la tía, la culpa es de la madre, no de Tania.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Tania, y le dedicó a Germán una mirada de agradecimiento. Sabía que no necesitaba enfrentarse a Alejandra, que él no permitiría que la trataran así.
A veces, Germán la protegía más que Camilo.
Pero su familia no era tan rica como la de los Guerrero, y esa era la razón por la que no lo había elegido.
Alejandra, roja de ira, le dio una bofetada a Germán y, señalándolo, le gritó:
—¡Desagradecido! Tu tía te ha querido desde que eras un niño, ¿y ahora le das la espalda? Si te oyera decir esas cosas, ¿te imaginas lo dolida que se sentiría?
Que los hijos se rebelaran era normal a medida que crecían, pero no podía permitir que se enfrentara a ella por una hija ilegítima. ¡Eso era imperdonable!
Germán se tapó la mejilla enrojecida y apretó los labios sin decir nada, pero su mirada era sombría.
—Señora, lo siento, por favor, no le pegue a Germán. Ya me voy. —Tania, que ya quería marcharse, vio en la bofetada de Alejandra la oportunidad perfecta.
Pero la experiencia es un grado, y Alejandra adivinó sus intenciones. Ahora que tenía la oportunidad, no la dejaría escapar tan fácilmente.
—Deténganla. —A una orden de Alejandra, los guardaespaldas que esperaban en la puerta se adelantaron y le bloquearon el paso a Tania.
Se le encogió el corazón y apretó los puños. ¿Qué demonios pretendía esa vieja bruja?

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