—Entonces tú sigue provocando, ya veremos quién termina peor, ¿tú o yo? —Sabrina soltó la amenaza con una energía que llenó el ambiente de tensión, como si de ella emanara un aire peligroso.
Tania se asustó, dio un par de pasos hacia atrás de manera instintiva, pero aun así no quiso mostrarse débil.
—No te tengo miedo, así que haz lo que quieras —replicó, aunque su voz temblaba un poco.
Sabrina sí que avanzó un par de pasos, y Tania retrocedió de inmediato, como si temiera que Sabrina fuera a golpearla en cualquier momento.
Sabrina no se perdió ni un solo detalle de su miedo; en sus ojos se asomó una mueca burlona.
—¿No que no te daba miedo? ¿No que me dejabas hacer lo que quisiera? ¿Entonces por qué te pones así? —le lanzó, sin disimular el sarcasmo.
Tania apretó la mandíbula y respondió con enojo:
—No te tengo miedo, esto es un país de leyes, ¿qué, vas a comerte a alguien aquí o qué?
—Ojalá siempre sigas tan valiente —remató Sabrina, dándose la vuelta para regresar a su lugar de trabajo. De inmediato, le mandó un mensaje a Adriana, pidiéndole que no hiciera ninguna locura.
Sabrina conocía lo suficiente a Adriana como para saber que a veces se dejaba llevar por el impulso y la rabia.
Sin embargo, Adriana no contestó el mensaje. ¿Estaría ocupada?
Durante toda la tarde, Sabrina no recibió respuesta. Su ánimo no se estabilizó en ningún momento; la inquietud la acompañó hasta el final de la jornada.
No pudo concentrarse para nada. Sentía como si tuviera agujas clavándosele en la espalda.
De pronto, apareció Ignacio.
—¿Vamos a cenar juntos esta noche? —dijo, acercándose directo a su escritorio.
Su entrada no pasó desapercibida; todas las chicas del departamento de diseño se giraron para verlo. Para ellas, Ignacio era el ideal de hombre para casarse, incluso si usaba silla de ruedas.
—Se les va a caer la baba, ¿eh? Mejor límpiense —bromeó una de las compañeras.
Las demás no se quedaron atrás y se echaron a reír.
Tania, desde una esquina, observaba la escena. La rabia la invadía, se tensó completamente y no pudo evitar clavar la mirada en Ignacio. En su vida anterior y en esta, Ignacio siempre fue el hombre con el que soñó estar.
—Tu esposo está muy guapo, ¿a qué se dedica?
—¿Y cómo se lastimó las piernas? ¿Crees que algún día pueda volver a caminar?
—Bueno, aunque no pueda caminar bien, la verdad es que tiene mucho más porte que el novio de Tania —dijo una de ellas, sin pensar que Tania estaba cerca.
Esa última frase le llegó a Tania, quien se enfureció. Había gastado mucho en invitarles comida y bebidas, ¿y así le pagaban? ¿Ahora todas querían quedar bien con Sabrina?
—Tengo trabajo pendiente, mejor platicamos de eso después —dijo Sabrina, con una sonrisa educada, dejando claro que no quería seguir la conversación.
Las compañeras lo entendieron y se retiraron, soltando risitas incómodas.
Finalmente, llegó la hora de salida.
Sabrina guardó sus cosas y fue al baño. Tania la siguió de cerca.
Cuando Sabrina entró al baño, Tania aprovechó para poner el aviso de “fuera de servicio” en la puerta, evitando que alguien más entrara...

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