Adriana se quedó unos segundos helada, apenas cayendo en cuenta de lo que sucedía.
—¿Fue Camilo quien lo hizo?
Ignacio le devolvió la pregunta con otra:
—¿Tú qué crees?
—Parece el principal sospechoso, sí… pero, ¿y si se equivocaron de persona?
—Si ya está muerto, pues que lo entierren —soltó Ignacio, relajado.
Adriana no pudo evitar soltar un resoplido de asombro.
—Qué duro eres.
—¿O prefieres que te entierren a ti? —Ignacio la miró fijo, tan serio que no dejaba duda de que no bromeaba.
Adriana se enderezó al instante.
—¡Ese tipo se lo merece! Yo misma voy a cavar el hoyo para él.
—Baja y quédate con Sabri, protégela —le ordenó Ignacio.
Adriana soltó una sonrisa.
—¿Proteger a Sabrina? Si acaso debería ser ella quien me cuide a mí.
—¿Tienes algún problema con lo que te acabo de pedir? —Ignacio la miró arqueando una ceja.
—¿Problemas yo? Para nada, jefe. Ya mismo bajo. Si algún tipo se le acerca, le doy una patada que lo mando volando.
Ignacio agitó la mano para despedirla.
Adriana bajó enseguida en busca de Sabrina. Al llegar a la sala, vio que Camilo aún no aparecía.
—Sabrina —la llamó, acercándose.
—¿Qué haces aquí? ¿No tenías que estar en la oficina? —Sabrina la miró, algo desconcertada por su repentina visita.
—¿No te lo había dicho? Esta empresa es mía, si no quiero ir a trabajar, no voy —Adriana le puso la mano en el hombro, y su mirada se tornó más seria—. Oye, ¿sabías que otra vez pusieron tu información en la Darknet? Esta vez ofrecen una recompensa de ochocientos mil pesos.

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