Sabrina soltó una risa burlona.
—Si no estás ciego, deberías ver que yo también estoy atada. ¿No te parece de lo más tonto preguntar eso?
Camilo frunció el ceño. Apenas había llegado a Rivella y ya lo habían capturado, y no importaba lo que preguntara, nadie le respondía ni una sola palabra.
—Seguro es por dinero, ¿no? Si quisieran matarnos, no se habrían molestado tanto en capturarnos.
—¿Y a ti te parece que atraparte fue todo un reto? —Sabrina no se guardó nada, lanzándole una mirada de burla.
Camilo sintió cómo se le helaba la expresión, molesto.
—¿Te parece gracioso decir eso? Tú también terminaste aquí, ¿o no?
—No somos iguales.
—¿Y qué te hace diferente? Lo que veo es que nomás te gusta llevar la contraria —le reviró Camilo.
Sabrina ni siquiera se dignó a contestarle.
—Oye, ¿ahora sí te quedaste sin palabras? —insistió Camilo, alzando la voz al ver que ella no le respondía.
—¿Te da miedo? —Sabrina lo miró directo a los ojos, sin rodeos—. Recuerdo que le tienes pavor a la oscuridad, ¿o ya se te olvidó todo lo que te marcó de niño?
—¡No digas tonterías! —Camilo trató de hacerse el fuerte, pero su expresión tensa lo traicionó.
—Anda, no disimules. Crecimos juntos, ¿crees que no te conozco?
El silencio se hizo pesado, hasta que Camilo explotó.
—Si de veras crecimos juntos, ¿por qué armaste esa trampa para que yo cayera? ¿Tienes idea del desastre que me provocaste? Me tocó quedarme con un montón de problemas, perdí hasta la camisa y mi nueva empresa ya se fue al hoyo —le reclamó, la voz temblándole de rabia.
—¡No tienes vergüenza! ¿Todavía te atreves a preguntarme eso? —La mirada de Sabrina se volvió dura—. Fuiste tú quien vendió mi información en Darknet, ¿verdad? ¿Cinco millones? ¿Eso valgo para ti?
—¿Mi vida vale tanto como para que gastaras cinco millones de un jalón?
Camilo se quedó sin palabras, no esperaba que ella supiera eso. ¿Cómo se enteró? Se suponía que todo en Darknet era confidencial.
Sin perder tiempo, su mente buscó una salida.

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