Ignacio Guerrero era el hijo menor de Felipe, un hombre de métodos tan implacables que hasta su propio padre le temía.
Con apenas treinta años, era la cabeza del Grupo Guerrero, pero tres meses atrás había sufrido un atentado y no había despertado desde entonces. Los médicos lo habían declarado en estado vegetativo, sin posibilidad alguna de recuperarse.
Por supuesto que Sabrina conocía la situación de Ignacio. También sabía que, en seis meses, despertaría para reclamar lo que era suyo, desatando una tormenta sangrienta en la familia Guerrero.
Sabía que el matrimonio no era un juego, pero en su corazón estaba segura de que, en un lugar como la mansión Guerrero, donde se comían a la gente viva, Ignacio era su mejor opción. Era el único que de verdad se había preocupado por ella.
En su vida anterior, al borde de la muerte, vio con sus propios ojos cómo Ignacio, aquel hombre que el mundo consideraba un demonio de hielo, la abrazaba y lloraba desconsoladamente, confesándole todo.
Fue entonces cuando descubrió que la persona que la había protegido y ayudado en secreto desde niña había sido siempre Ignacio. Ella, por error, había creído que todo era obra de Camilo.
Ese malentendido la llevó a idealizar a Camilo, y poco a poco, su corazón se desvió.
Pero por suerte, el destino le había dado una segunda oportunidad para compensar a Ignacio y hacer que aquellos que la habían atormentado pagaran por sus actos.
—Abuelo, para serle sincera, siempre he estado enamorada de Ignacio. Admiro su madurez y su capacidad. De toda la familia Guerrero, es el único con el que quiero casarme.
—Sabri, tú… —Felipe se sentía en un aprieto ante la petición de Sabrina.
La cena de esa noche era para cumplir la promesa a su mejor amigo, pero Sabrina, ignorando a sus tres excelentes nietos, insistía en casarse con un hombre en estado vegetativo.
Si esto se sabía, la gente pensaría que la familia Guerrero la maltrataba.
—Si no te gusta Camilo, ¿por qué no consideras a los otros dos? Mauricio y Leandro son buenos muchachos —dijo Felipe, tratando de disuadirla. La reputación de la familia estaba en juego.
La segunda y la tercera nuera de los Guerrero, temiendo que Sabrina eligiera a sus hijos, se apresuraron a intervenir.
—Suegro, es obvio que a Sabri no le interesa Mauricio. Acaba de decir que le gusta Ignacio.
—Así es, Leandro tampoco está a la altura de Sabri. Yo creo que ella e Ignacio hacen una pareja perfecta.



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