El cumplido inesperado dejó a Sabrina un poco desconcertada y avergonzada.
—Tú también. La secadora está por allá, ve a secarte el pelo o te vas a resfriar.
La chica asintió aturdida y fue a buscar la secadora.
Sabrina sacó un conjunto de ropa limpia del armario. Había que admitir que el equipamiento del crucero era muy completo; cada habitación tenía todo lo necesario tanto para hombres como para mujeres.
—Cuando te seques el pelo, ponte esto. —Sabrina le entregó la ropa.
La chica, sin ningún pudor, se quitó la bata y se cambió de ropa delante de Sabrina.
Aunque ambas eran mujeres, Sabrina se sintió incómoda y apartó la vista rápidamente.
Cuando la chica terminó de vestirse, Sabrina le preguntó:
—¿Tienes hambre? ¿Quieres que pida algo de comer?
—Gracias. —La chica la miraba fijamente a la cara, como si le fascinara.
Pero a Sabrina esa mirada la hacía sentir extraña, así que se dio la vuelta, marcó la línea interna y pidió al personal del crucero que trajera algo de comer y beber.
—¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? Cuando lleguemos a puerto, haré que un chofer te lleve a casa —le preguntó Sabrina.
—Noelia, de Alicante.
—¿Te trajeron secuestrada desde tan lejos hasta Rivella? Tus padres deben estar buscándote como locos.
¡Alicante estaba a tres mil kilómetros de Rivella! Un vuelo tomaría cinco o seis horas.
Una sombra de tristeza cruzó los ojos de Noelia.
—Mis papás murieron. Me dijeron que viniera a buscar a mi hermano.
Fue mientras buscaba a su hermano que la secuestraron y la llevaron al crucero.
Sabrina sintió una punzada de compasión. Qué pena, tan joven y ya sin padres.
—¿Y cómo se llama tu hermano? Quizás pueda ayudarte a buscarlo.

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