—Bueno, te dejo a mi esposo. Masajéale bien los brazos y las piernas.
Tras darle las instrucciones a Matías, Sabrina entró en el baño.
Matías se inclinó sobre Ignacio y lo miró con una expresión profunda e indescifrable.
—Despierta pronto. Te estoy esperando —murmuró—. Tenemos cuentas que saldar.
***
Sabrina se arregló y bajó. En el salón, Felipe hablaba por teléfono con el rostro serio, como si se tratara de un asunto grave.
—Investiga esto a fondo. Quiero ver quién se atreve a meterse conmigo.
Colgó y, al ver a Sabrina, recompuso su expresión y la llamó con un gesto.
—Sabri, ven. Tengo algo que decirte.
Sabrina se sentó a su lado. Tenía el presentimiento de que la llamada de Felipe tenía que ver con ella.
Felipe dudó un momento antes de hablar.
—Lo de la fecundación in vitro tendrá que esperar. Tengo que discutir el plan con el médico.
Sabrina entendió al instante.
—¿Han destruido el banco de esperma, verdad?
Si solo hubieran destruido la muestra de Ignacio, habría sido demasiado obvio. La única opción era acabar con todo.
—Sí. Así que, por ahora, tendremos que posponerlo. Estoy hablando con el médico para ver si podemos extraer una muestra de Ignacio ahora —dijo Felipe, con el ceño fruncido y una expresión de angustia.
—Soy yo quien te ha fallado —dijo Felipe, suspirando—. ¡Qué desgracia para esta familia!
Sabrina no dijo nada. La familia Guerrero era, en efecto, una desgracia, llena de gente sin escrúpulos.
Eran capaces de dañar a sus propios parientes por el poder.
Felipe llamó a Ángel y le pidió que preparara el coche. Iba a investigar personalmente la destrucción del banco de esperma.
Mientras lo veía partir, Sabrina se disponía a volver a su habitación cuando vio a Leandro bajando las escaleras. Llevaba una gran mochila a la espalda y arrastraba una maleta. Parecía que se iba de viaje.
—¿Te vas a Estados Unidos?
De repente, recordó que, en su vida anterior, Leandro también se había ido a entrenar a Estados Unidos por estas fechas, y había muerto en un accidente unos meses después.
***

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