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Reencarné y mi Esposo es un Coma romance Capítulo 58

A Tania le pareció que Camilo tenía razón, y eso la tranquilizó un poco. Si Sabrina hubiera entrado en el Grupo Guerrero, se habría muerto de la rabia. Al fin y al cabo, trabajar allí era su sueño.

—Tania, te llevo a casa. Esta noche tengo que quedarme en el hospital con mi madre —dijo Camilo, con un deje de amargura. Desde que su madre ingresó, nadie de la mansión Guerrero había preguntado por ella. A pesar de haber convivido durante más de veinte años, para ellos, su madre era como una extraña, indigna de la más mínima muestra de preocupación.

—No hace falta que me lleves, tomaré un taxi —respondió Tania de inmediato—. Ahora mismo, la señora es quien más te necesita. Ve al hospital a cuidarla.

—No te preocupes, no tardaremos nada. Además, a esta hora es difícil encontrar un taxi.

—De verdad que no es necesario, ve a cuidar a la señora —insistió Tania y, para demostrar su consideración, se bajó del carro.

A través de la ventanilla, le sonrió y se despidió de Camilo con la mano. Él le devolvió una sonrisa resignada y, tras asentir con la cabeza, arrancó el motor. El lujoso carro se alejó lentamente.

En cuanto el vehículo desapareció de su vista, la expresión amable de Tania se desvaneció, reemplazada por una mueca de desprecio.

—Julieta, ¡qué suerte tienes! Te tiras de un quinto piso y no te mueres. Aunque quedarte tetrapléjica es un buen castigo por todo lo que nos has hecho a mi madre y a mí —masculló entre dientes.

Satisfecha tras desahogarse, hizo una seña a un taxi.

***

En la mansión Guerrero.

En el salón del cuarto piso.

—Si tienes algún problema en Empresas Nube, llámame —le dijo Ignacio. Quería ser el primero en enterarse de todo lo que le pasara, no que su abuelo se lo tuviera que contar.

Sabrina comprendió. El pequeño incidente de hoy en la empresa seguro que ya había llegado a oídos de Ignacio; de lo contrario, no le estaría diciendo eso.

—Sabri, Matías tiene que irse de la mansión mañana mismo —dijo Ignacio de repente.

No lo soportaba ni un día más. Matías había entrado en la mansión con un propósito oculto: esa misma tarde, las cámaras de seguridad lo habían grabado intentando acceder a la cámara acorazada. Lo que había dentro era vital para el Grupo Guerrero; si esa información se filtraba, la empresa estaría acabada. Se convertiría en el segundo Grupo Molina.

—¿Por qué? —preguntó Sabrina, frunciendo el ceño—. Solo quedan tres días para que acabe el mes.

—Hoy ha intentado entrar en la cámara acorazada. Solo por eso, no puede seguir en la mansión —respondió Ignacio, revelando el motivo.

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