—No tiene nada que ver contigo. Fue Tania la que se hizo ilusiones. Y dio la casualidad de que su condición de hija ilegítima y la aversión de una compañera con problemas mentales hacia los hijos ilegítimos crearon una reacción en cadena que bien podría haber acabado en tragedia.
—No le des más vueltas. Aunque Tania hubiera muerto, sería un asunto entre ellas, que no te concierne ni a ti ni a nadie más en la empresa.
Aunque era cierto, Sabrina no podía evitar sentir que, en parte, todo había empezado por su culpa. Carmen ya había sufrido bastante; sería terrible que además tuviera que pasar el resto de su vida en la cárcel.
—Si de verdad quieres saber si tu compañera mató a Tania, puedo mandar a alguien a que lo investigue —dijo Ignacio, al verla tan preocupada.
—Sí, por favor, te lo agradecería.
Ignacio llamó a su asistente y le dio las instrucciones pertinentes.
En la mansión Guerrero.
Poco después de llegar a casa, el teléfono de Ignacio sonó. Contestó, habló un momento y colgó.
—Ya hay noticias —le dijo a Sabrina—. Tania está bien, y Carmen no mató a nadie. Bueno, a alguien sí que golpeó. A la nueva esposa de su exmarido. Le rompió varias costillas y ahora está en la UCI. Pero como Carmen está bajo tratamiento psiquiátrico y su familia tiene influencias, han conseguido arreglarlo por lo privado.
Sabrina se quedó de piedra. De repente, recordó las palabras de Carmen: "Me topé con una zorra y, como no soporté su arrogancia, la agarré a palos". Y ella que pensaba que se refería a Tania… ¡Resulta que la "zorra" era la otra! Claro, ahora todo tenía sentido. Hoy en día, a las amantes se las llama así, para insinuar que son fáciles, que se venden por dinero.


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