—De acuerdo —asintió Sabrina—. Entonces, te dejamos para que te ocupes de tus asuntos.
Ángel asintió y se retiró.
—Parece que tienes mucho interés en que la sobrina de Ángel se vaya de Clarosol —comentó Ignacio, sin poder evitarlo.
Sabrina enarcó una ceja. ¿Tan evidente había sido?
—No, solo quiero que se vaya a vivir a otro sitio.
Ignacio la miró, comprendiendo sin necesidad de más palabras, y asintió.
Sabrina, sintiéndose un poco culpable, cambió de tema.
—Conozco a un médico naturista muy bueno. ¿Quieres que te saque una cita para que vayas a verlo mañana?
Aunque Ignacio había despertado, sus piernas seguían sin responderle. Podía ponerse de pie, pero era incapaz de dar un paso.
—Sí, encárgate tú, por favor.
—Te pediré cita por la mañana. Hablaré con el gerente para que me dé la mañana libre.
—De acuerdo —respondió Ignacio. Acababa de tomar las riendas del Grupo Guerrero y tenía mucho trabajo por delante, pero no podía negarse a la petición de Sabrina.
***
A la mañana siguiente, Sabrina se levantó temprano, pero Ignacio se le había adelantado. Ya estaba en el estudio, trabajando.
Sabrina se arregló y fue a buscarlo.
—Has despertado —dijo Ignacio, dejando a un lado su trabajo en cuanto la vio.
—Son solo las siete y media. ¿A qué hora te has levantado para trabajar? —preguntó Sabrina, dándose cuenta de que quizás Ignacio estaba tan ocupado que ni siquiera tenía tiempo para preocuparse por sus propias piernas, pero aun así no se había negado a ir al médico.
—Acabo de despertarme. Justo encendía la computadora cuando has llegado —mintió Ignacio, para no preocuparla.
Sabrina, temiendo que el médico dijera algo más, le lanzó una mirada de advertencia.
—No bromees, ¿cómo voy a ayudarte yo, que soy diseñadora?
El anciano, Julián, la miró con picardía y se limitó a sonreír.
A Sabrina le recorrió un sudor frío por la espalda. Sabía que Ignacio era perspicaz y desconfiado. Si Julián decía algo más, como lo que había pasado con Carmen el día anterior, estaría perdida.
Tras unos minutos de examen, Julián llegó a una conclusión.
—Es un problema psicológico, sumado a las secuelas de haber estado tanto tiempo inmovilizado. No es grave —le dijo a Ignacio.
Sabrina respiró aliviada. Si Julián decía que no era grave, entonces no había de qué preocuparse.
—¿Un problema psicológico? —preguntó Ignacio. Entendía que, tras meses inmovilizado, la falta de circulación en las piernas le impidiera caminar, pero no comprendía lo del problema psicológico.

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