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Reencarné y mi Esposo es un Coma romance Capítulo 78

—Cuida tus palabras —le espetó Camilo, furioso—. ¿Así que te niegas a disculparte? No creas que no me atrevo a tocarte solo porque estás con Ignacio.

—¡No! —replicó Sabrina, negando con el dedo índice—. Con tu capacidad, no podrías ni ponerme un dedo encima.

No bromeaba. Llevaba practicando artes marciales desde niña. No era ninguna niña mimada. Camilo, en cambio, aparte de ser hombre, no parecía tener ninguna habilidad especial. En su vida pasada, había sido una tonta por enamorarse de él.

Aquellas palabras fueron una provocación directa para Camilo. Además, con decenas de ojos observándolo en el departamento de diseño, si no le daba una lección a Sabrina, ¿cómo quedaría su reputación?

—Sabrina, te he dado una oportunidad, pero no la has querido aprovechar —dijo Camilo con una frialdad glacial en la mirada y los puños apretados, listo para atacar.

—No la quiero. Si te atreves, adelante —respondió Sabrina, encogiéndose de hombros.

Camilo dio una palmada y, de inmediato, dos mujeres altas y vestidas con trajes negros entraron por la puerta. Parecían guardaespaldas.

—Yo no pego a las mujeres —dijo Camilo con una sonrisa burlona—. Todavía estás a tiempo de disculparte. Por consideración a Ignacio, te perdonaré esta vez.

Sabrina miró a las imponentes guardaespaldas sin inmutarse, con una calma que desquiciaba a Camilo.

—Ay, Cami, mejor déjalo. No hagamos las cosas más grandes. Me preocupa que luego tengas problemas con tu tío —intervino Tania, haciéndose la buena, aunque había sido ella quien había iniciado la pelea.

—A gente como ella hay que darle una lección para que aprenda a quién no debe ofender —dijo Camilo, y le indicó a Tania que se apartara para no lastimarla.

Con una barrida, Sabrina derribó a una de las guardaespaldas y, sin perder un segundo, le propinó una patada en el pecho a la otra, que retrocedió varios pasos.

Todos se quedaron boquiabiertos, sin poder creer lo que veían. ¿Sabrina, sola contra dos, y tan hábil? Y encima, contra guardaespaldas entrenadas.

Camilo y Tania estaban petrificados, observando cómo Sabrina esquivaba los ataques de las guardaespaldas y contraatacaba con precisión. Por un momento, Camilo dudó de sus propios ojos. ¿Cómo podía ser que la situación fuera tan diferente a como la había imaginado?

En cuestión de minutos, Sabrina había derribado a las dos guardaespaldas. Tenían la cara magullada y el cuerpo dolorido, como si se les hubieran roto todos los huesos.

—¿Se rinden? ¿O quieren seguir peleando? —preguntó Sabrina, con un pie sobre el estómago de una de ellas.

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