—No es eso…
—Entonces, ¿por qué lo del amuleto? —insistió Sabrina—. La señorita Ramos es diseñadora, ¿no? ¿Desde cuándo hace amuletos?
La gente da más miedo que los fantasmas. A ella no le asustaban los fantasmas, pero sentía una gran curiosidad…
Las preguntas de Sabrina le estaban dando dolor de cabeza a Ignacio. Se masajeó las sienes y, tras un momento, dijo:
—Es solo un amuleto normal y corriente, no le des más vueltas.
—Pero, ¿cómo es que una diseñadora hace amuletos?
—Tú tampoco eres solo diseñadora, ¿o sí? —replicó Ignacio.
Aquellas palabras bastaron para que Sabrina dejara de preguntar. Tenía razón. Ella no era solo diseñadora, y Adriana tampoco tenía por qué serlo.
Tras salir de la consulta, regresaron a la mansión Guerrero.
Apenas llegaron, Sabrina recibió un mensaje de Matías.
[Ten cuidado últimamente.]
Sabrina estaba confundida. ¿Era una advertencia o una amenaza?
[¿Cuidado con quién? ¿Contigo?]
[Con los Guerrero.]
[¿Con cuál de los Guerrero?]
[¿Tú qué crees?]
Sabrina reflexionó. En la familia Guerrero, los únicos que deseaban su desaparición eran Camilo y su familia.
[¿Camilo?]
[Han puesto tus datos en la red oscura. Recompensa: cinco millones.]
Sabrina se quedó de piedra. ¿Tanto la odiaban como para recurrir a la red oscura?


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