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Reencarné y mi Esposo es un Coma romance Capítulo 92

—Desde que llegaste a la mansión, siempre te he considerado mi hermana. Aunque solo lo dije de niño, es una promesa que siempre mantendré —respondió Camilo con una sinceridad fingida, adoptando el papel de hermano mayor protector.

Si hubiera sido en su vida pasada, Sabrina se lo habría creído. Pero lo conocía demasiado bien; era capaz de cualquier cosa para conseguir lo que quería.

—Me tratas tan bien que me siento culpable. No sé en qué estaba pensando para tratarte así a ti y a tu madre. ¿Cómo puedo compensarte? —dijo Sabrina con los ojos enrojecidos y brillantes, como si estuviera a punto de llorar.

—No te culpo. Sé que estabas cegada. Ahora estás en una situación difícil, y Adriana no es trigo limpio.

Para ganarse la confianza de Sabrina, Camilo no dudó en confesarle que había salido con Adriana hacía poco.

—Es una mujer muy extraña. A menudo habla sola y le encanta humillar a la gente. En resumen, es una psicópata.

Sabrina sintió una punzada de curiosidad. Recordó que, la primera vez que vio a Adriana, también estaba hablando sola.

—Sabri, de verdad que estoy preocupado por ti. Ahora que Adriana se ha instalado en la mansión, su próximo paso será deshacerse de ti. Temo que intente matarte.

El silencio de Sabrina desconcertó a Camilo. ¿Le creía o no?

—Cami, ¿qué puedo hacer para asegurar mi posición y, de paso, compensarte?

—Si Ignacio dejara de ser el presidente del Grupo Guerrero, no valdría nada para Adriana —insinuó Camilo.

—¿Adriana salió contigo porque eras el presidente del Grupo Guerrero? —comprendió Sabrina al instante.

—Así es —afirmó Camilo, enarcando una ceja, sorprendido de que ella misma hubiera llegado a esa conclusión.

—Entonces, ¿qué tengo que hacer para que Ignacio pierda la presidencia del Grupo Guerrero?

—Ah, ha venido a buscarme. Dile que me espere un momento.

Ignacio la miró, extrañado. ¿Esperarla? ¿Desde cuándo se llevaban tan bien? Su mirada se posó en el brazalete de madera que llevaba Sabrina y, sin necesidad de preguntar, supo que era un regalo de Adriana.

Tras arreglarse, Sabrina se dispuso a salir.

—¿A dónde vas con ella? —le preguntó Ignacio.

—Al cine y de compras.

Ignacio pensó en todo el trabajo que tenía por delante. Que Adriana acompañara a Sabri no era una mala idea.

—Pásalo bien —dijo, y tras una pausa, añadió—: A veces es un poco neurótica. Si la ves hablando sola, no te asustes, es normal en ella.

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