Karina de plano no podía creerlo. ¿Cómo era posible que existiera alguien tan descarado como Valentín?
La rabia le subió tan rápido que casi se le antojaba voltear el plato de pescado que tenía enfrente.
Más ganas le daban de pararse y soltarle una bofetada.
Pero su educación, esa que le habían inculcado desde niña, la mantuvo en su lugar, sujetando las ganas de explotar.
Inspiró profundo, levantó la cabeza despacio; en sus ojos ardía un odio tan intenso como el filo de un cuchillo.
—Valentín, yo no te debo nada.
—¿Puedes, por favor, dejarme en paz? ¡Déjame tranquila de una vez!
Por dentro, a Valentín se le revolvieron las tripas. Por un segundo, sintió miedo.
Pero aun así, se aferró a su papel y replicó:
—Me gusta el pescado, y tú siempre encuentras la manera de prepararlo diferente. Hasta te tomas la molestia de quitarle todas las espinas, una por una, antes de dármelo.
Volteó hacia Lázaro con una mirada desafiante.
—¿Él alguna vez hizo eso por ti?
—No necesito que lo haga —respondió Lázaro, recargándose en el respaldo de la silla, con una media sonrisa cortante dibujándosele en la boca—. Pero mírate, Valentín, vienes una y otra vez a demostrarme que mi esposa te quiso mucho en el pasado.
—¿O qué? ¿Acaso tu novia actual no te da eso y tienes que venir aquí a buscar que alguien te tome en cuenta frente a mi esposa?
El rostro de Valentín se volvió más oscuro que una noche sin luna. Apretó la mandíbula y soltó, entre dientes:
—Si sabes que ella me ama, deberías hacerte a un lado y dejarla. No quedarte aquí, colgado, viviendo de ella como un mantenido.
—¡Paf!—
Karina, incapaz de aguantarse, levantó la mano y le cruzó la cara con una cachetada que resonó en todo el restaurante.
En sus ojos bailaban llamas cuando le gritó:
—¡Valentín, te lo he dicho mil veces, hace mucho que dejé de quererte! ¿Por qué sigues buscándome? ¡Eres igual de miserable que Fátima!
Valentín se quedó helado, completamente desubicado.
¿Karina… lo había golpeado?
¿Y encima lo insultaba?
—¿¡Karina, qué te pasa!? —Fátima corrió hacia ella y la miró con furia—. Si estás molesta, desquítate conmigo, ¿pero por qué golpear a Valentín? ¿No ves que solo te está cuidando, que teme que este tipo te esté usando, y por eso te lo repite una y otra vez?


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