La mirada de Raquel, que hasta hace un segundo era puro chisme, se transformó en una envidia tan genuina que no lo pudo disimular.
Agitó el brazo de Karina con tanta emoción que hasta su voz sonó diferente.
—¡No inventes! ¿Todos los bomberos tienen tanta energía? ¿Crees que puedas preguntarle a sus compañeros si alguno quiere que lo mantenga? ¡Les pago cincuenta mil al mes!
Karina solo la miró, sin decir palabra.
Raquel, creyendo que Karina pensaba que era poco, se acercó aún más y bajó la voz.
—¿Cuánto le das tú al mes? Yo le doy lo mismo, ¿no te basta? Además, cincuenta mil no es cualquier cosa, ¡hay gente que ni en un año junta eso!
La sonrisa de Karina desapareció de inmediato.
De un tirón, soltó su brazo y su mirada se volvió cortante.
—Raquel, él y yo somos pareja y la ley nos respalda, no es como lo que tú estás insinuando. Si vuelvo a oír que andas diciendo esas tonterías, no me busques porque ya no pienso ser amable.
Sin darle oportunidad de responder, Karina se dio la vuelta y se encaminó directo al comedor.
Fue entonces que Lázaro, que nadie supo en qué momento los estaba observando, levantó la vista y la llamó con una voz profunda, pero cargada de ternura.
—Amor, por aquí.
Karina se detuvo un instante; su cara se iluminó de inmediato con una sonrisa tan dulce que hasta empalagaba. Corrió hacia él como si nada más importara.
—¡Mi vida, ya llegué!
Detrás de ella, Raquel se quedó con una cara más negra que la olla del arroz quemado. Cruzó los brazos, toda amarga, y murmuró para sí misma.
—¿Y qué tiene de especial? Solo porque está bien bueno, tiene condición y se ve bien, ya se cree mucho. Al final, no es más que un mantenido.
Para ese momento, Karina ya estaba junto a Lázaro.
Notó de inmediato cómo las dos primas que no le quitaban los ojos a su esposo se pusieron incómodas.
Se le ocurrió una idea y, sin dudarlo, abrió los brazos y le dio a Lázaro un abrazo apretado, de esos que solo se dan cuando se quiere marcar territorio.
Luego, con toda la intención, le tomó la cara y le plantó un beso en cada mejilla, haciendo ruido y todo.
—Amor, lo de anoche estuvo buenísimo, por tu culpa hasta me quedé dormida de más.
Tan pronto como esas palabras salieron de su boca, las caras de las dos primas se torcieron al instante.
Incluso los primos y cuñados que estaban platicando al lado se quedaron callados y con cara de pocos amigos.
En otras circunstancias, Karina jamás habría dicho algo así frente a la familia. Pero ante ese grupo de familiares metiches que solo buscaban cómo separarla de Lázaro, lo hizo a propósito. Quería que todos supieran lo mucho que se amaban, y que por más que intentaran, no los iban a separar.
Lázaro se quedó pasmado un segundo, pero luego la abrazó por la cintura y la mantuvo bien pegada a él, como si fuera lo más natural del mundo.

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