Karina alzó la cabeza de golpe. En ese momento, lo único que le pasaba por la mente era salvar a su madre.
—¡Valentín! —apresuró el paso hacia él—. Tú también tienes sangre tipo O, ¡ayúdame a salvar a mi mamá!
Valentín la miró, viendo su cara pálida y frágil. Respondió al instante:
—Tranquila, ¿necesitan donadores?
Karina asintió con fuerza, sintiendo las lágrimas volver a brotarle. Faltaban más personas, pero ¿a quién más podía recurrir?
De pronto, alguien le tomó la mano. Lázaro se acercó, con el ceño fruncido.
—Mario y los demás no tardan en llegar. No te desesperes.
Valentín notó cómo sus manos se entrelazaban con tanta naturalidad y una sonrisa burlona se dibujó en sus labios.
—Claro, para ti es fácil no perder la calma. No es tu mamá.
Sin perder más tiempo, se volvió hacia el médico, la voz cargada de urgencia.
—¿Dónde se hace la transfusión?
El médico respondió de inmediato:
—Por aquí, síganme.
Valentín iba a seguirlo cuando Fátima le apretó la mano de repente, deteniéndolo.
—Valentín, dicen que donar sangre te deja muy débil. Has estado desvelándote mucho en el trabajo y ahora con todo el lío contra Grupo Juárez... Me preocupa que tu cuerpo no aguante.
Valentín arrugó la frente.
—No te preocupes por eso. Lo importante ahora es ayudar a la señora. Yo sé lo que aguanto, donar un poco no me va a tumbar.
—Pero de veras te deja sin fuerzas —insistió Fátima, sin soltarlo y con los ojos llenos de lágrimas—. Has estado a mil por hora últimamente. Me da miedo que te pase algo...
Ese segundo de duda fue suficiente.
Lázaro ya había entrado al cuarto de transfusiones, ofreciendo su brazo con decisión.
Valentín se soltó y lo siguió enseguida, extendiendo el brazo ante el médico.
—¡Usa la mía!
El médico se sobresaltó un poco y levantó las manos.
—Con calma, uno por uno. A pesar de la urgencia, tenemos un poco de sangre en reserva. Necesitamos hacer pruebas cruzadas; si la sangre no cumple con las especificaciones, hay que procesarla y eso toma tiempo. Por eso, entre más personas disponibles, mejor, así encontramos la sangre compatible más rápido.
Poco después, la enfermera insertó la aguja en la vena de Lázaro. La sangre empezó a correr lentamente por el tubo.
Apenas Lázaro terminó, Valentín tomó su lugar.
En cuanto le pusieron la aguja, en el pasillo se escucharon pasos acelerados.
—¡Señor Lázaro!
—¡Ya llegamos, señor Lázaro!
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