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Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 161

Karina alzó la cabeza de golpe. En ese momento, lo único que le pasaba por la mente era salvar a su madre.

—¡Valentín! —apresuró el paso hacia él—. Tú también tienes sangre tipo O, ¡ayúdame a salvar a mi mamá!

Valentín la miró, viendo su cara pálida y frágil. Respondió al instante:

—Tranquila, ¿necesitan donadores?

Karina asintió con fuerza, sintiendo las lágrimas volver a brotarle. Faltaban más personas, pero ¿a quién más podía recurrir?

De pronto, alguien le tomó la mano. Lázaro se acercó, con el ceño fruncido.

—Mario y los demás no tardan en llegar. No te desesperes.

Valentín notó cómo sus manos se entrelazaban con tanta naturalidad y una sonrisa burlona se dibujó en sus labios.

—Claro, para ti es fácil no perder la calma. No es tu mamá.

Sin perder más tiempo, se volvió hacia el médico, la voz cargada de urgencia.

—¿Dónde se hace la transfusión?

El médico respondió de inmediato:

—Por aquí, síganme.

Valentín iba a seguirlo cuando Fátima le apretó la mano de repente, deteniéndolo.

—Valentín, dicen que donar sangre te deja muy débil. Has estado desvelándote mucho en el trabajo y ahora con todo el lío contra Grupo Juárez... Me preocupa que tu cuerpo no aguante.

Valentín arrugó la frente.

—No te preocupes por eso. Lo importante ahora es ayudar a la señora. Yo sé lo que aguanto, donar un poco no me va a tumbar.

—Pero de veras te deja sin fuerzas —insistió Fátima, sin soltarlo y con los ojos llenos de lágrimas—. Has estado a mil por hora últimamente. Me da miedo que te pase algo...

Ese segundo de duda fue suficiente.

Lázaro ya había entrado al cuarto de transfusiones, ofreciendo su brazo con decisión.

Valentín se soltó y lo siguió enseguida, extendiendo el brazo ante el médico.

—¡Usa la mía!

El médico se sobresaltó un poco y levantó las manos.

—Con calma, uno por uno. A pesar de la urgencia, tenemos un poco de sangre en reserva. Necesitamos hacer pruebas cruzadas; si la sangre no cumple con las especificaciones, hay que procesarla y eso toma tiempo. Por eso, entre más personas disponibles, mejor, así encontramos la sangre compatible más rápido.

Poco después, la enfermera insertó la aguja en la vena de Lázaro. La sangre empezó a correr lentamente por el tubo.

Apenas Lázaro terminó, Valentín tomó su lugar.

En cuanto le pusieron la aguja, en el pasillo se escucharon pasos acelerados.

—¡Señor Lázaro!

—¡Ya llegamos, señor Lázaro!

Karina se quedó petrificada.

Al instante, la voz de Valentín le respondió con un tono duro y distante.

—Cuando trajeron a la señora Yolanda, los médicos ya lo dijeron: las probabilidades de que sobreviva son mínimas. Hace seis meses, cuando trajeron a mi madre aquí, dijeron exactamente lo mismo.

Guardó silencio por un momento y luego soltó una risa amarga.

—Además, antes de venir, ya me encargué de comprar toda la sangre tipo A y O que había en este hospital. Así que, igual que mi mamá, ella también morirá desangrada en la sala de operaciones.

—¿Por qué doné sangre entonces? Solo quería que Karina viera con sus propios ojos que no soy tan egoísta como ella y su madre. Incluso frente a la persona que mató a mi mamá, yo puedo dejar atrás el rencor y tender la mano para ayudar.

A Karina se le heló la sangre. No podía creer lo que acababa de escuchar.

¿Toda la sangre del hospital…? ¡Valentín la había comprado a propósito!

No había venido a salvar, sino a buscar venganza, a cobrarse esa “deuda” inventada.

Pero el verdadero responsable de la muerte de su madre no era la suya.

¿Cómo podía…? ¿Cómo se atrevía a hacer algo así?

Sentía la rabia y el dolor estallarle en la cabeza; estuvo a punto de entrar corriendo...

—¡Señor Lázaro!

Un grito alarmado se escuchó desde fuera del área de transfusiones.

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