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Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 162

Karina se giró de golpe y lo primero que vio fue la sangre brotando del brazo de Lázaro, bajando en pequeños riachuelos y manchando el piso con un rojo intenso y alarmante.

Sintió que el corazón se le encogía. Sin pensarlo más, se olvidó de Valentín y corrió hacia Lázaro, presionando con fuerza sobre el pequeño orificio de la aguja en su brazo.

—¿No te dije que lo presionaras? —Lázaro apartó su mano de un manotazo, la voz dura y cortante como piedra—. Yo puedo encargarme, anda a preocuparte por los demás si quieres.

Alrededor, los muchachos susurraban, cuchicheando entre ellos.

—El del balcón… ¿no es el rival de Lázaro?

—¿Pero por qué Karina fue a darle leche a ese tipo?

—¿Qué relación tendrán? No me extraña que Lázaro, de tan enojado, hasta se le volvió a abrir la herida…

Karina se quedó parada frente a Lázaro, cabizbaja, los ojos fijos en la mancha roja de su brazo.

Las lágrimas, que ya no pudo contener, rodaron gruesas y pesadas, estrellándose contra el piso de cerámica y deshaciéndose en pequeñas salpicaduras.

[…]

—Karina está llorando, ya cállense.

Los murmullos se apagaron de inmediato.

Lázaro bajó la mirada hacia la mujer que sollozaba frente a él. Toda esa incomodidad y enojo que traía, se esfumó de un golpe, dejándolo solo con una resignación impotente.

Extendió la mano que aún no estaba ensangrentada, le quitó la botella de leche y le habló, ahora con voz más suave.

—Déjame, yo se la llevo a él. No llores.

Pero Karina negó con fuerza, llorando todavía más. Sus hombros delgados temblaban de tanto esfuerzo.

Lázaro se quedó sin recursos.

—Bueno… entonces ve tú, ya no estoy enojado, ¿sí?

Ella siguió inmóvil, pero de pronto le tomó la mano ensangrentada con desesperación.

—Perdóname… la que es una inútil soy yo.

¿Cómo podía haber pensado en ir a agradecerle al tipo que casi mata a su madre? ¿Cómo se le ocurrió dejar de lado a Lázaro, que estaba ahí dándolo todo por ella, incluso su sangre, mientras lo dejaba sangrando solo?

¡De veras que no servía para nada!

—¡Ya cállense todos! —Lázaro se volteó de repente y les lanzó una advertencia a los que seguían murmurando a sus espaldas.

La abrazó también, fuerte.

—No va a pasar nada, tranquila. La señora va a estar bien.

Su voz era grave, tan firme que parecía que nada podría romper esa seguridad. Le susurró junto al oído, como queriendo traspasarle algo de esa fuerza.

Una hora antes, no se habría atrevido a decirlo. Pero ahora, después de pedirle ayuda a Sebastián, que había traído a la persona indicada, sentía que podía prometerle eso.

Aun así, ese miedo oscuro seguía apretando el pecho de Karina, haciéndola temblar y sollozar sin control.

Lázaro lo notó.

La apartó un poco, tomando sus hombros con las dos manos, obligándola a mirarlo de frente, el rostro marcado de lágrimas.

—Karina, mírame.

—Si quieres que tu mamá se recupere, primero tienes que ponerte fuerte tú.

Ella tragó saliva, luchando con el nudo en la garganta, y lo miró a través del velo de lágrimas.

—Sí… sí puedo ser fuerte.

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