El sonido de las sirenas rompió la tensión en el callejón.
El hombre herido, al ver llegar a la policía, empezó a gritar que ellas lo habían atacado.
Magdalena y la joven, Valeria, terminaron en la comisaría, dando su declaración.
El hombre misterioso, Camilo González, las acompañó, aunque se mantuvo en silencio, observando todo desde una esquina con una calma desconcertante. Su sola presencia parecía hacer que los policías se movieran con más eficiencia.
Valeria, ya más calmada, no dejaba de agradecerle a Magdalena.
—Neta, me salvaste la vida. Esos tipos… no sé qué me habrían hecho. Me llamo Valeria Soto, por cierto.
—Magdalena Valenzuela —respondió ella, forzando una pequeña sonrisa.
Estaban sentadas en una banca de plástico duro, esperando a que terminaran el papeleo.
De repente, un joven apuesto y enérgico, vestido con un traje elegante pero más relajado que el de Camilo, entró en la comisaría como un torbellino.
—¡Tío! ¿Estás bien? ¡Me llamaron y dijeron que estabas en una pelea!
El joven, Leo Montes, corrió hacia Camilo, revisándolo de arriba abajo en busca de heridas.
Camilo ni se inmutó.
—Estoy bien, Leo. Ocúpate de esto.
Leo asintió y se dirigió al oficial a cargo, hablando con una autoridad que desmentía su apariencia jovial. En minutos, el asunto quedó resuelto. Los matones fueron detenidos y las chicas quedaron libres de irse.
Mientras Leo arreglaba todo, su mirada se posó en Magdalena.
Frunció el ceño, como si tratara de ubicarla.
Cuando terminó con la policía, se acercó a su tío.
—Todo listo. La chica Soto ya llamó a su chofer. ¿Pero sabes quién es la otra mujer?
Camilo, que no había dejado de observar a Magdalena, levantó una ceja.

Verifica el captcha para leer el contenido
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Renacida para la Venganza: De Esposa Abandonada a Reina Intocable