En dos días, los Sosa habían perdido varios cientos de millones, lo que representaba casi la mitad de sus activos.
Samuel sonrió con amargura al expresar sus pensamientos:
—Papá, no hay ni que pensarlo. Alguien nos está presionando.
—¿Quién se atrevería a hacer semejante cosa? —rugió Alfredo iracundo.
—¿Quién más sino la familia Lobaina? ¡Probablemente nos culpan por la muerte de Carlos Lobaina! —respondió el hijo mayor con cara de llanto.
—Te dejé manejar este asunto porque pensé que podías hacerlo bien. ¡Mira lo que has hecho ahora! ¡Por tu culpa murió el queridísimo hijo de Gabriel Lobaina! La familia Sosa está en graves problemas esta vez —le gruñó a su hijo furiosamente.
—¡No podemos quedarnos sin hacer nada mientras los Lobaina nos hacen esto! —dijo Samuel con los dientes apretados.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Alfredo levantando una ceja.
—Papá, ¿conoces a la familia Zulueta de las Cuatro del Sur?
Los ojos del anciano se abrieron.
—Por supuesto que sé quiénes son. La familia Lobaina es prácticamente una familia de tercera categoría comparada con la familia Zulueta.
—¿Recuerdas a Noel, el último rey del bajo mundo de Ciudad Fortaleza? También era parte de la familia Zulueta —explicó Samuel sonriendo con picardía—. Cuando Dávila eliminó a Noel y se apoderó de su imperio, prohibió que el bajo mundo de Ciudad Fortaleza formara parte de cualquier negocio turbio. No sé si sabes esto, pero la familia Zulueta tiene las manos metidas en casi todos los negocios turbios del Sur. Lo que Dávila hizo fue básicamente cortarles la fuente de ingreso en Ciudad Fortaleza. Escuché que la familia Zulueta ya mandó a alguien a ocuparse de Cruz y Dávila.
—¿Y qué tiene que ver que la familia Zulueta vaya tras Dávila y Cruz con que la familia Lobaina vaya tras nosotros? —dijo Alfredo frunciendo el ceño confundido.
—Papá, ya que no podemos hacer nada contra la familia Lobaina nosotros mismos, quizás podamos buscar protección con la familia Zulueta. Aunque tengamos que entregarles una porción de nuestras ganancias anuales, por lo menos estaremos bajo su protección —respondió Samuel riendo entre dientes.
Un silencio meditabundo descendió sobre Alfredo mientras analizaba esta idea. Por fin, suspiró.
—De todos modos, parece que no tenemos ninguna otra opción. Puedes ir a hablar con la familia Zulueta sobre este asunto.
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