Más tarde, en Alameda, el hogar de la familia Lobaina.
El patriarca Gabriel Lobaina tenía sentimientos encontrados mientras miraba el cuerpo de Félix, su tercer hijo. Él era el producto de su relación con su amante y también su tercer hijo. En la familia Lobaina, todos siempre veían a Félix como un hijo bastardo y Gabriel nunca le prestó mucha atención al chico. Félix quería probarse a sí mismo, así que había partido hacia Ciudad Fortaleza con el sueño de lograr algo por sus propios méritos. Sin embargo, apenas pasó unos cuanto días en la ciudad y ya había muerto.
A pesar de que nunca le prestó mucha atención a su hijo, Gabriel se sintió encolerizado al saber que alguien lo había asesinado así como así. Su mirada se posó en Samuel Sosa, quien había traído el cuerpo de su hijo de vuelta a casa, y le dijo con frialdad:
—Dime lo que sucedió.
Samuel hizo una reverencia con su cabeza y dijo:
—El Señor Félix se enamoró de una mujer llamada Penélope Sosa. Él tuvo una discusión con el esposo de la mujer, Nataniel Cruz, quien luego golpeó al Señor Félix hasta matarlo.
Entonces, Gabriel apuntó a uno de los guardaespaldas de Félix.
—¡Tú! ¡Dímelo tú!
El guardaespaldas le respondió con voz temblorosa:
—Señor, Penélope Sosa pertenece a la familia Sosa, y ella le gustaba mucho al Señor Félix. No obstante, los Sosa también tuvieron parte de la culpa de que esto sucediera, pues ellos incitaron al Señor a que cortejara a Penélope. De no ser por su incentivo, el Señor Félix quizás no hubiese acabado de esta manera.
—Tú… —Samuel estaba anonadado y furioso por la divulgación del guardaespaldas.
Entonces, Gabriel dijo con frialdad:
—¿Cómo te atreves a usar a mi hijo? ¡Vengan y mátenlo en este instante! ¡Que le haga compañía a mi hijo dos metros bajo tierra!
En cuanto Gabriel dijo esto, varios hombres temibles avanzaron sobre Samuel mientras se preparaban para matarlo en ese mismo momento.
Samuel estaba tan aterrado que gritó:
—¡Señor Lobaina, espere!
Gabriel levantó sus manos para indicar a sus hombres que se detuvieran. Luego, dijo con indiferencia:
—Me gustaría escuchar tus últimas palabras.
Samuel tenía pequeñas gotas de sudor en su cabeza, cuando dijo con inquietud:
—Señor Lobaina, la disputa del Señor Félix con Nataniel Cruz de veras no tiene nada que ver con mi familia. Sus deseos de tener a Penélope se debían a que él seguía la carrera de la mujer. Él quería que ella fuera el trampolín que impulsara su propia carrera, solo para probarle a usted su valía.
Gabriel frunció el ceño y dijo lentamente:
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