La Mansión Draco era uno de los lugares más misteriosos de Ciudad Fortaleza y también era el lugar donde residía Noel. En ese preciso momento, Noel, de cincuenta años, estaba en su estudio decorado con manera detallada y practicaba sus habilidades en los dibujos a tinta, mientras vestía un traje de lino negro. Una figura folklórica de un feroz tigre apareció en el fino trozo de papel, con gran velocidad e ímpetu. Al terminar, el delgado rostro de Noel expresaba satisfacción. Dragón Negro, que había estado parado a su lado por un buen tiempo, dijo de manera respetuosa:
—Señor, hay algo que debo informarle.
Noel dejó a un lado su pincel para admirar su trabajo, mientras le respondía con tranquilidad:
—¿Qué sucede?
—He seguido sus instrucciones y le he dicho a Tomás Dávila que se olvide de proteger a Nataniel Cruz. Le he ordenado que traiga a Nataniel Cruz a la Mansión Draco mañana, para que usted le dé su escarmiento. Sin embargo, Tomás Dávila parece haber ignorado este mensaje, así que no sabemos si seguirá sus instrucciones —dijo Dragón Negro.
Los ojos de Noel brillaron mientras decía con tono calmado:
—A lo largo de la historia, siempre ha habido un líder en cada zona de Ciudad Fortaleza. Sin embargo, luego de que murieran los líderes de la Ciudad Oriental y del Distrito del Sur, Tomás Dávila se ha encargado de las tres zonas. ¿Quién se cree que es?
—Ciudad Fortaleza está dividida en cinco áreas: la del Norte, la del Sur, la Oriental, la Occidental y la Central. Tomás Dávila se ha adueñado de tres de esas áreas. Debe creerse alguien muy importante como para ignorar sus palabras, Señor.
Noel rio con entusiasmo.
—¡Las personas que son desobedientes merecen una azotaina en la espalda!
Los ojos de Dragón Negro se iluminaron.
—Entonces, Señor, ¿usted quiere decir que no solo debemos hacer algo contra Nataniel Cruz, sino que también deberíamos darle una lección a Tomás Dávila?
Noel le respondió con tono sosegado:
—¿Qué motivos tengo para quedarme con un perro desobediente? Dragón Negro, infórmales sobre esto al líder del Norte, Rodolfo Estévez, y también al del Centro, Pedro Dumas. Pídeles que vengan mañana en la noche para que planeen conmigo cómo vamos a acabar con Tomás Dávila. Entonces, cuando nos libremos de él, el Sur puede ser de Rodolfo Estévez y el Occidente de Pedro Dumas. Tú puedes quedarte a cargo de la Ciudad Oriental.
Dragón Negro se exaltó en cuanto escuchó las palabras de Noel y dijo con entusiasmo:
—¡Si Tomás Dávila y Nataniel Cruz no vienen hoy, cuando pase la medianoche, tomaremos todos los territorios de Tomás y los liquidaremos a ambos de una vez!
—Noel, no creo que Tomás Dávila y Nataniel Cruz tengan las agallas de venir esta noche. No esperemos más por ellos y comencemos a actuar de inmediato —dijo Dragón Negro muy entusiasmado.
En cuanto terminó de hablar, se escuchó un grito que venía de afuera.
—¡Están aquí! ¡Tomás y Nataniel están aquí!
Noel y el resto se miraron los unos a los otros sorprendidos.
«Tomás y Nataniel vinieron de verdad. ¿Será que Tomás se dio cuenta de que ya no podía proteger más a Nataniel y; por tanto, decidió traerlo para que el mismo Noel le diera su merecido? ¡Tiene que ser eso!».
Mientras estos pensamientos invadían las mentes de todos los presentes, Nataniel Cruz entró en la habitación muy calmado, acompañado por dos inmensos y fornidos hombres, y otros ocho que los seguían. Los dos hombres eran César Díaz y Tomás Dávila, mientras que los otros ocho parecían estar hechos de metal sólido. Ellos se movían en total armonía, lo que daba la sensación de que estaban realizando un ataque militar. ¡Estos ocho hombres eran los miembros más estelares de la Guardia Nacional de Nataniel Cruz y se les conocía como la Élite 8 del Ejército del Norte!

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